Apuntes sobre Carahue es China: un homenaje a la imaginación 



Por Ricardo Olave-Montecinos  2023


Imagen: editorialaparte.cl 


Desde que tengo memoria, Carahue siempre ha sido una ciudad de paso en la costa de la Araucanía, de dormitorio si se piensa en los muchos estudiantes y trabajadores que van a Temuco a ganarse la vida. También, como ocurre cuando se recuerda las guerras de Arauco, vive en una constante ucronía de lo que pudo ser, de no haber desaparecido en medio de las llamas tras la victoria de Curalaba en el siglo XVI. La primera capital del Reyno, que hoy denota pobreza, smog, olvido, y un centenar de ciudadanos con tiempo suficiente “gastando los codos en todos los mesones”.

Un lugar rodeado de naturaleza y de paisaje, que parece olvidarse entre los problemas diarios, los conflictos de una sociedad triste, que discute más de lo que se escucha. Una atmósfera en la que los artistas deben tener una profesión primero que todo, para subsistir los embates, hasta encontrar espacios entre las obligaciones y el reconocible cansancio, que tiende a ubicarse en un espacio de la espalda y nos atormenta, mientras intentamos encauzar alguna de las ideas sobre el papel, o más bien, la rayita que marca el inicio de una página en el computador.  Probablemente, Ricardo Herrera vivió todo eso -y un par de cosas más que me confesó y que no vienen al caso mencionar- durante la escritura de este libro.

Profesor de lenguaje que todas las mañanas viajaba desde Carahue hasta otros lugares de La Araucanía a dar clases, primero a Nehuentue, luego Teodoro Schmidt, hasta volver a Temuco por trabajo, y casi siempre tras terminar la exhaustiva tarea de intentar controlar salas con 40 estudiantes adentro, se iba a acortar las horas en el bar de costumbre. Se aprendió de memoria esos rostros que se sentaban junto a él preocupados por el presente y, entre tanto borracho, trago y liviandad, parece que el poeta comenzó a ver las cosas de otra forma. Los rasgos achinados de los mapuches, los campos de papas comenzaron a ser de arroces, donde como dice “Ampelo”, no existen paraísos. Aquí es cuando solo nos queda nuestra mente como refugio para transformar algo de la realidad que nos atora. Los mapuches y la gente de los bares se transforman en habitantes del Oriente.

“Carahue es China” es un poemario dividido en tres partes que leí por primera vez en las micros rumbo a la universidad, y volví a encontrarme con él arriba de un avión con fallas mecánicas. Me gusta pensar que es un homenaje a la imaginación y no un escape de la realidad como realmente fue su razón original.


Si bien esta transformación del pueblo en la futura potencia controladora del mundo es el motivo central, hay versos que podrían ser haikus japoneses por sí solos. Al avanzar en sus versos pienso en un viejo hospitalizado en ese recién inaugurado hospital de Carahue, que contrasta con esas feas casas de origen estatal a su alrededor, divagando en la locura horas antes de su muerte, pensando en cómo pudo plantar su propio campo de algodón en la región de Xinjiang.

Otras veces pienso en un profesor que intenta hacer la vida más amena, tras enfrentar las lecciones ante alumnos desinteresados que solo quieren el título para trabajar y al fin comprar las cosas que les gustan, tener esa vida que ven por la tele, que se comenta en las plazas. Ellos no piensan en China, solo cuando ven el "made in" en alguna de sus prendas. 

Me pregunto cuántas tiendas chinas había al momento de comenzar el borrador y cuántas hay ahora en el centro, como ocurre desde hace años, tomando viejos caserones que hoy son más luces de neón y productos desechables de mala calidad. Me detengo a googlear y consulto “cuántos chinos hay en Chile”: 15.921 según el último informe de extranjería. Probablemente estarán concentrados en su negocio de artículos para todo lo que se nos ocurra, y no creo que se cuestionen si Ai Qing y Xiao San fueron amigos de Neruda. Me pregunto de qué población o territorio serán los chinos de Carahue, recordando un dato curioso que no sé de dónde saqué, que asegura que los inmigrantes orientales son de una misma localidad, llegando por el boca en boca.
En el poema "Descarto por ahora moverme de la silla" está el origen del libro. El autor no se aleja de desencantos y reconoce la pena que lo corroía, mientras intentaba encontrar similitudes entre la comuna y el país que solo lo separa un océano de por medio -como si no fuese suficiente-. Si bien Herrera ha escrito poemas románticos, en muchos de sus versos ronda algo social (En “Adicciones y Fobias” de 2022 vive con el fantasma de Allende como muchos otros chilenos criados en dictadura), y me imagino ese despertar del paisaje, esa decisión de darle belleza a los parroquianos de los bares, a los mendigos de las calles y a los humedales llenos de basura y llevarlos hasta Oriente, donde cerca de Beijing la cosa no es muy distinta.

En un correo mensual que le envío al poeta a modo de no perder el contacto, le consulto a Ricardo y se reconoce como un poeta de casa, de pieza, de encierro, que el tema del territorio nunca le ha interesado mucho. O le interesa, pero no tiene dedos para ese piano. En este libro, que se vuelve a reeditar para alcanzar otros horizontes, como si hubiese sido una obra censurada por el Partido Comunista y que regresa como una copia roñosa repartida en la zona portuaria de Hong Kong, toma como un desafío el vivir en un mundo paralelo que hasta que salió publicado le pertenecía a su cabeza, "pensando que el tiempo era mío en esa lentitud".

En cierta forma, migrar en la imaginación nunca es fácil. Uno nunca deja de habitar esas calles. El poeta tampoco quería abandonarlas, porque terminar el libro significaba también cerrar procesos personales que en la realidad no podían volver a repetirse.



"Carahue es China" parte como juego, y se transforma en algo incontrolable. Esos personajes siguen habitando una tierra de campos y animales. Y me imagino mapas hechos en tinta china y papel de arroz. Y el nombre de Herrera escrito en símbolos que no entiendo. Y los letreros de los servicios públicos en dos idiomas. Un “bienvenido a Carahue es China” al lado de ese hospital que desentona con esas casas pareadas, hoy reformadas al gusto de sus dueños. Y el festival de la papa con adornos orientales, dragones corriendo por las calles. Fuegos artificiales desde las poblaciones. Muchas cerezas en las bocas de los pobladores a medianoche.

Pienso en la metáfora de la puerta de la catedral, un secreto que entiende solo el que conoce las pistas. En cierta forma, “Carahue es China” es un libro donde puso a prueba ese conocimiento inútil que nos habló el finado Nuccio Ordine, porque como bien dice un verso “Se lee, pero no se habla de lo que se lee”. Es valor al detalle que un carahuino no ve porque lo conoce desde que tiene memoria. También es memoria por ese espacio que habitó el escritor medio obligado por un trabajo, por esos viajes en bus apestado en especias y olor a axila a más de 100 kilómetros por hora en rutas llenas de niebla, que podrían ser smog de las plantas de los cordones industriales chinos que ya no respetan normas ambientales de organismos internacionales.

De los 38 poemas que componen la obra, "Un poema se escribe solo" se sitúa como un gran final.


Juega con la cordura del poeta que quiere mezclar dos mundos que no tienen por dónde unirse. Son ese tipo de ideas que tienden a ser juzgadas, que aparecen en medio de la borrachera y uno teme no encontrar un papel donde anotar antes que se olvide. Pero qué importa. Me imagino cuencos tibetanos sonando en la cabeza del autor antes de que suene la alarma, salir apurado de la casa y ver muchos tuk tuks corriendo por las avenidas, imágenes de Mao como graffitis.

Revivirlo por Editorial Aparte es darle vida a los olvidados, a esa vida del escritor que lee cosas que a la gente que nos rodea no les importa y solo le damos vida en la imaginación. Donde Josef K puede venir a Carahue porque acá sigue la construcción de la muralla, y comparte con Iván Teillier, quien le cuenta de las penurias de los últimos años de su hermano.

“Carahue es China” es un tributo a la imaginación en un ambiente literario donde parece que todos deben dedicarse a luchar.


Se puede volar por un rato, en esos recreos, minutos antes de volver a una prueba de un libro que no todos leyeron, tras la cerveza que mareó más de la cuenta y uno ya no puede escapar de la borrachera.

Antonhy Bourdain, el famoso chef que se suicidó de pena en un hotel francés, tras viajar por el mundo probando todos los platos que le pusieran frente suyo, fue quien dijo que, si pudiese volver a nacer, dedicaría una vida entera para intentar comprender China. Quizás, ahora que la geopolítica está cambiando, podamos acercarnos y beber Moutai cerca de la ciudad prohibida con una copia de este libro en nuestras manos. Herrera lo intenta, y desde su simpleza logra abarcar otros temas profundos: sobre la política, el trago, la identidad. Por eso, al final del día, cuando nos cuestionamos lo que nos depara, lo único que nos queda es ese refugio, esos lugares seguros. Carahue vista desde otros ojos puede ayudar a que la vida sea más simple. Así con todo, la ciudad, las decisiones, el mundo. 


Pero no sabe que el poema se escribió solo

Usted lo sabe ahora

Y espero que le sirva de algo cuando piense que el mundo

[no lo entiende



Y quiera decir algo y no encuentre las palabras.  



Carahue es China /Ricardo Herrera/ Reedición Editorial Aparte, 2023 /74 páginas. 


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