Espejismos e imaginarios comunes: Alfonso Alcalde, Armando Méndez Carrasco y Leónidas Barletta


Por Juana Balcázar - 2024







Hay libros que parecen hilarse, complementar sus mundos porque son parte de una misma realidad, la realidad latinoamericana. Aquí la cordillera, los valles, y las sierras, comparten memorias y narrativas que se convierten en movimientos comunes, y que construyen relatos cruzados por la pobreza, las carencias tanto económicas como afectivas, y una marginalidad social mucho más excluida a lo que acostumbramos en el relato social “clásico”. Dentro de estos escenarios surgen la camaradería, el humor y los afectos entre niños, madres e hijos, compadres, y autores que nos sumergen en el lenguaje del pueblo con crudeza y también esperanza.

Quiero remitir este artículo a tres obras específicas; “El mundo herido”, del chileno Armando Méndez Carrasco, “Las aventuras de El Salustio y El Trúbico”, del chileno Alfonso Alcalde, e “Historia de Perros”, del argentino Leónidas Barletta. Primero realicemos una aproximación breve a sus biografías y trabajos:

Armando Méndez Carrasco perteneció a un grupo de escritores que publicó sus obras desde mediados de los años cincuenta y hasta finales de la década del sesenta. En su momento fue muy poco reconocido e ignorado por la crítica. Una intencionalidad que era el reflejo de una sociedad que apartaba constantemente la narrativa que hablaba de los más excluidos de la sociedad chilena. Méndez Carrasco se diferenciaba del clásico realismo social, porque justamente exhibía una marginalidad que no estaba compuesta por obreros, campesinos y trabajadores. Si no que, por personajes apartados de la legalidad; como delincuentes comunes, niños abandonados que viven en las calles, prostitutas, proxenetas, drogadictos, entre otros.

Por su parte, el vasto trabajo de Alfonso Alcalde, que publicó más de una treintena de libros que abarcan un gran espectro de géneros y temas, desde la poesía hasta la cocina y la cultura popular chilena, pasando por reportajes ilustrados, libros para niños y obras teatrales. Encarna relatos enmarcados en la oralidad popular, e identifica de forma magistral en sus diálogos la vida y el humor de sujetos comunes y corrientes.

Cristian Geisse, escritor chileno que ha rescatado la vida y obra de Alcalde en diferentes artículos y obras reeditadas, afirma en el prólogo de “Alfonso Alcalde: Cuentos reunidos 1967-1973”, lo siguiente:


“Una obra donde sobresalen en sus relatos (también en el teatro y la poesía) una estética grotesca con marcados rasgos populares —cargado de hiperbolismos, exageraciones y excentricidades— se confunde con exploraciones narratológicas muy arriesgadas”. 



Por último, nos encontramos con Leónidas Barletta, quien fue uno de los inspiradores del llamado grupo de Boedo de Buenos Aires, propulsor del realismo social en la literatura argentina en los años veinte del siglo pasado, quien cultivó la novela, el cuento, la poesía, el ensayo y el teatro. Vinculado al Partido Comunista, el 30 de noviembre de 1930 funda el Teatro del Pueblo, uno de los espacios fundamentales para el impulso del teatro independiente en Argentina. A través de la escritura dio a conocer artículos en los que defendía el valor de la literatura como testimonio y denuncia de los problemas sociales de la época.


Tres mundos comunes 



“A Valparaíso, tierra de sueños y miseria”, Méndez Carrasco abre con esta frase “El mundo herido”, una novela que esconde un relato crudo y conmovedor, porque retrata de manera cercana la camaradería, la perdida y las dificultades de un grupo de niños que viven entre las calles de los cerros de Valparaíso. Un mundo del cual fue cercano, Méndez Carrasco nació en Santiago en 1915, pero pasó gran parte de su infancia en el cerro El Litre. Este libro transcurre justamente en este cerro, abarca también el cerro La Cruz y el plan de Valparaíso de fines de los años veinte e inicios de los treinta.

Es esta cercanía que lo hace conocedor de esa realidad, donde también radica la riqueza de su imaginario como autor. “El mundo herido” es una mirada desde adentro, sin falsedades ni ficciones, y que se refleja también en la estructura de la novela. Un relato separado en dos partes finalizando con un glosario. Esto último es importante, porque en la edición de Tajamar Ediciones, se elabora un rescate del lenguaje popular chileno, y consigue mediante las palabras dar espacio a personajes fuertemente excluidos en una sociedad moralista e hipócrita.

Lugares, personas y memorias que se relatan y se mezclan. La lectura de “El mundo herido” me lleva ahora a mencionar “Las aventuras de El  Salustio y El Trúbico”, de Alfonso Alcalde,  que apareció bajo el número cuarentaitrés de la colección de mini libros de Quimantú (editorial estatal de la Unidad Popular) publicada por primera vez en junio de 1973.

Los escritores chilenos Cristóbal Gaete y Diego Armijo, rescatan esta obra de Alcalde, bajo una reciente edición de Imbunche Ediciones. Y sigue, en su relato, a dos compadres que recorren pueblos y caletas del sur de Chile, tratando de sobrevivir y llenando sus aventuras de humor, chascarros y lágrimas. Uno de los elementos que me parece fundamental, es la elaboración de los diálogos. Que demuestran realismo, y una gran habilidad de Alcalde para rescatar tanto cadencias, formas, modismos y ritmos del hablar chileno.

Algunos ejemplos de aquello son los siguientes diálogos:


—¿Y dónde aprendió tanta cosa, oiga?

—Mire que donde va a ser. En la Universidad de la vida, pues m’hijita 



O en el primer relato de esta edición:


“Una vez andábamos fallos al oro con El Salustio le conversé: ¿Qué le parece si echamos un luqui por San Vicente y a lo mejor sacamos el día?''. 



Algo similar construye el argentino Leónidas Barletta en “Historia de perros”, catalogada como “la novela de la gente pobre” cuando se publicó inicialmente en 1950. Esta etiqueta se rompe, porque el autor no solo habla de la pobreza como eje del relato. No, el autor va más allá, y nos adentra en un relato minucioso y entrañable, con una atmósfera vívida, pero también cruda, de una crónica familiar que está en el centro de la narración.

Aquí un extracto:


“La casa era de madera, pintada de rojo. Un cuadrado de tierra con algunas plantas y después la habitación, con su ventana. Detrás, con materiales diversos, se había construido la cocina; pero el pasillo de la galería estaba hecho de mosaico con guardas y debajo de la bomba-sapo había una tina y una tabla sobre dos ladrillos para no encharcarse los pies”. 



Lo que comparte Barletta y los antes mencionados autores chilenos, es que las historias que construyen escapan del metarrelato de la lucha obrera, que determinaba ciertos espacios para personajes como: obreros-campesinos-trabajadores. Y estiran este imaginario a espacios que cuentan con mayores matices, como las relaciones familiares en un barrio pobre de Buenos Aires, las aventuras de dos compadres que viven entre la fantasía y el humor en el sur de Chile, y la realidad de la niñez abandonada entre los cerros de Valparaíso.

Es importante señalar que estos tres autores fueron censurados o perseguidos en las dictaduras militares ocurridas tanto en Chile, con Pinochet en 1973, y en la dictadura de 1943 en Argentina. Un acto que demuestra, irónicamente, la importancia y valoración de los mundos creados por estos tres autores, y que, mediante la narrativa, amplían los límites de la memoria común latinoamericana. 





 


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