Vidas paralelas en Faunario, de Tomás Veizaga
Por Felipe Morales Anguita - 2025

Quizás el tema del libro de relatos «Faunario», de Tomás Veizaga, no sean tanto los animales sino más bien su soledad, esa inexorable condena que atraviesa a todas las especies.
Termino de leer el libro (que en una segunda lectura me cautiva incluso más que en la primera) en un bar de un país que no es el mío, cerca del departamento en el que vivo, rodeado de personas, algunos incluso conocidos, como el barman, con quien tengo una distante cercanía cotidiana. Y sin embargo me siento profundamente solo. Igual que los personajes de Veizaga, igual que las personas retratadas en los cuadros de Edward Hopper, mi soledad se percibe aún más solitaria rodeada de otras personas, de otros animales. Y es que quizás sea ese el gesto de lo literario, el de hacernos olvidar, por un segundo, de que en el fondo estamos hablando solos, incluso cuando hablamos con nuestra madre al teléfono o con el perro del vecino.
En estos trece relatos, todos ellos titulados
con nombres de especies, los animales aparecen como un espejo de los personajes
humanos, quienes a veces viven de ellos, o a pesar de ellos, en ocasiones los
miran con envidia, los imaginan, los matan a la vez que se matan a sí mismos.
Las metáforas animales son, tal vez, las más antiguas, y sin embargo, como la buena literatura, no se agotan. No solo eso; en estos días en los que los animales van desapareciendo, de nuestros ecosistemas y de nuestra cultura, las metáforas sobre ellos aparecen como una necesidad imperante.
La mayoría de los personajes del libro son humanos que devienen en animales. Y ese devenir animal suele coincidir con el momento en que los personajes se arruinan, en el universo de los cuentos que es el de un Chile poblado por consumidores, donde cada quien da manotazos en el aire para salvarse a sí mismo, y los centros comerciales son presente, historia y pre-historia. La metáfora animal emerge, entonces, en plena decadencia material, en medio del derrumbe simbólico.
Y a
pesar de que en estos cuentos los humanos miran a los animales, su existencia
no alcanza a ser confirmada por ellos ni por nadie. En un ensayo hermoso y aún
vigente de John Berger, llamado Por qué miramos a los animales, el
escritor británico advierte: «la vida de los animales, que no debe confundirse
nunca con la de los hombres, corre paralela a estos. (…) Con sus vidas
paralelas, los animales ofrecen al hombre un tipo de compañía diferente de
todas las que pueda aportar el intercambio humano. Diferente porque es una
compañía ofrecida a la soledad del hombre en cuanto especie».
Y eso es lo que hacen los animales y los hombres en los cuentos de «Faunario». Acompañan la soledad del otro. Acompañan mi soledad en este bar. Y quizás la literatura, como los animales, cumplan ese mismo cometido en nuestras soledades cotidianas. Por eso el estilo de Veizaga es a la vez forma y fondo. Con narradores directos y libres de adornos, desprovistos de adjetivos, y con un realismo que responde chilenamente a la tradición de Chéjov y Carver, a veces olvidamos si quien narra es un personaje o un narrador omnisciente, que en todo caso no lo sabe todo sino que lo ve todo. Y en esa operación, en ese hueco del alma, estos cuentos admiten aquello que tanto nos cuesta aceptar, y es que jamás podremos saber qué piensan los cangrejos, ni nuestros mejores amigos que caminan a nuestro lado en la noche, ni los chanchos, que se quejan del frío bajo la lluvia, ni los perros mirando por la ventana.
Tomás Veizaga es un escritor chileno nacido en Antofagasta en 1990, cuenta con estudios en Literatura y Derecho. Ha publicado relatos, microcuentos, poemas, traducciones, ensayos y reseñas en diversos medios digitales y escritos, tanto chilenos como internacionales; entre ellos: Acta Literaria, Oropel, Letras de Chile, Nota al Margen, Carcaj, Antorcha Magacín, Montaje, Casapaís, El Coloso, Elipsis, etc.
Y eso es lo que hacen los animales y los hombres en los cuentos de «Faunario». Acompañan la soledad del otro. Acompañan mi soledad en este bar. Y quizás la literatura, como los animales, cumplan ese mismo cometido en nuestras soledades cotidianas. Por eso el estilo de Veizaga es a la vez forma y fondo. Con narradores directos y libres de adornos, desprovistos de adjetivos, y con un realismo que responde chilenamente a la tradición de Chéjov y Carver, a veces olvidamos si quien narra es un personaje o un narrador omnisciente, que en todo caso no lo sabe todo sino que lo ve todo. Y en esa operación, en ese hueco del alma, estos cuentos admiten aquello que tanto nos cuesta aceptar, y es que jamás podremos saber qué piensan los cangrejos, ni nuestros mejores amigos que caminan a nuestro lado en la noche, ni los chanchos, que se quejan del frío bajo la lluvia, ni los perros mirando por la ventana.
Sobre el autor Tomás Veizaga
Tomás Veizaga es un escritor chileno nacido en Antofagasta en 1990, cuenta con estudios en Literatura y Derecho. Ha publicado relatos, microcuentos, poemas, traducciones, ensayos y reseñas en diversos medios digitales y escritos, tanto chilenos como internacionales; entre ellos: Acta Literaria, Oropel, Letras de Chile, Nota al Margen, Carcaj, Antorcha Magacín, Montaje, Casapaís, El Coloso, Elipsis, etc.