Francisco Casas:


“Las maricas logramos conservar el deseo hasta en las peores circunstancias” 


Por Juana Balcázar - 2024

Pancho y Pedro en su departamento en Buenos Aires.  


Un ascensor antiguo, recubierto de madera por dentro, trepa el interior del edificio donde vive Pancho Casas. Buenos Aires parece embarcarse en esos primeros días previos al verano, calor y humedad que se disipan un momento, cuando se abre la puerta, y unos ojos oscuros con semblante inquisitivo me miran de pie a cabeza. Entro a una sala amplia e iluminada, su perra Vilka, una calata peruana, salta del sillón y comienza a olfatearme.



        —¡Ay! no te imaginé así  —me dijo.


Más adelante y sentadas conversando junto a un vino y unos cigarros, le pregunté el porqué de su afirmación, me respondió: “porque tienes la voz tan finita y te llamas Juana, pensé que iba a recibir a una chica, y resulta que eres un maricón”, nos reímos juntas mientras tomábamos el vino, y el olor a cigarro se mezclaba con una canción de Mon Laferte.


Volvamos a Vilka, la saludo y me sigue hasta uno de los sillones principales de la sala, es una raza de perro sin pelo, con una larga historia que se extiende hasta la época preínca, y que guarda un fuerte significado espiritual, a tal punto que su raza ha sido reconocida como patrimonio cultural del Perú. Digo esto, porque el hogar de Pancho Casas parece estar impregnado de algo espiritual, casi milenario. Una foto de Pedro Lemebel como la Virgen del Carmen está colgada y me observa con una de sus manos en alto, en un espacio sencillo que, confesó, recién está decorando con más ganas, ya que Buenos Aires se ha transformado en un hogar del cual planea quedarse un buen tiempo.


El celular comienza a grabar, y tras la primera pregunta, de inmediato su voz se escucha como un retumbe ágil, elocuente y vivaz.


Estuviste ocho años radicada en Lima. En tu biografía aparece constantemente el devenir, el habitar diferentes espacios. En una entrevista con revista COOLT estableces:

“Yo hago literatura expandida. No hay forma de encasillar porque no es crónica, no es novela, no es poesía. Es una especie de devenir. Es un devenir-texto”.

¿Cómo crees que tus vivencias se ligan con la escritura en este devenir?  


“No hay vivencia que te haga escribir. Eso no existe. Te puedo hablar de la Mistral, ya que eres del norte de Chile. La primera poesía de Gabriela Mistral mintió.  El poema con que ganó los Juegos Florales, Los sonetos de la muerte, dice algo así como: ‘Del nicho helado en que los hombres te pusieron, te bajaré a la tierra humilde y soleada…’ Ahí existe un llanto por el hombre que es brutal. Pero a ella le gustaban las chicas, entonces el poema no está escrito para un hombre, lo inventó dentro de ella, ella inventó un amor, un romance, una tristeza y a partir de esas tristezas se autoalimentó y escribió esos versos tan lindos. Las vivencias se inventan, son devenires. Y pasa con casi todos los poetas homosexuales, lesbianas, etc. Que inventaron un leitmotiv para camuflar su homosexualidad, porque nadie iba a comprar o leer un poema homoerótico”


¿En qué momento tu cuerpo tiene contacto con la escritura? 


“Nada aparece reina, todo es efecto y causa. Viene de un sentido que tuve muy de pequeño por leer. Vengo de una casa donde había libros, no había muchos juegos, tampoco dinero, pero había libros. Y de repente descubrí que ya estaba escribiendo. Empecé con poesía, pero no escribí poesía porque tenía ganas solamente, sino que, en aquellos años es cuando escribo mi primer libro llamado Sodoma Mía, que trata sobre el SIDA. Era enfrentarnos a los primeros enfermos que eran amigos, la gente que te rodeaba. Porque no es que hubiese un closet, había una represión que nos mantenía a todos invisibilizados. Y todo era muy brutal, escribo en esos años motivado por eso”.




Fotografía portada: Casiopea Libros 



Justamente en este libro, publicado en 1991, el prólogo escrito por Soledad Bianchi habla de una poesía fragmentaria. ¿De qué forma la Pancha habita la ciudad y cómo los fragmentos de ella se plasman en esta escritura?

“Ese libro fue muy castigado. Bianchi pone la fecha: 1991, Santiago de Chile. Porque no existía algo escrito con esa furia, que era una ciudad con un duelo brutal, donde por una parte estaba la dictadura y también el SIDA. En ese tiempo no había ni una campaña de prevención, porque para ellos era mejor que se murieran todas. Era un país que estaba lleno de defunciones. Historias brutales, en una ciudad brutal. Pero a pesar de todo, las maricas logramos conservar el deseo hasta en las peores circunstancias”. 


Pancho toma una pausa para tomar vino, el vino es importante para conversar, especialmente ahora, en este momento, donde la tarde comienza a caer y Vilka no para de ladrar, “no hay que hacer callar a los perros”, dijo. Su voz es un metal que alcanza un tono fuerte y cuando se dobla, cuando desciende al terminar una oración, parece retraerse, luego viene una risa estridente que acompaña con sus manos, que mueve con rapidez. Todo en él, su cuerpo completo, es una palabra que se estira en la sala mientras conversamos. 


Entonces su voz sube nuevamente, y dice con fuerza:

“La dictadura…que no les dio a los homosexuales, al mundo gay digamos, en esa época. Porque no les interesábamos, porque ‘cómo un homosexual va a ser terrorista si es una mujercita que tiene miedo’. Esa es la maravilla de las yeguas, que nos paramos desde la izquierda…Pero ¿¡Ah no conchetumadre!? ¡Ya van a ver lo peligrosos que podemos llegar a ser! Y no solamente se las dimos a la dictadura sino también a la democracia. Porque no nos perdonaron nunca más. Me preguntaste lo del Teatro Cariola… Estuvimos a punto de cagarles su democracia transada con la dictadura”.




Registro de Eduardo Ramírez. Imagen de www.yeguasdelapocalipsis.cl/


Sobre la acción “De qué se ríe presidente” de 1989 en el Teatro Cariola, ¿Me puedes comentar más sobre cómo fue y el por qué no se la perdonaron hasta el día de hoy?

“Ese fue el primer acto de censura de la transición. Invitaron a todo el medio de la cultura a la proclamación de la candidatura de Patricio Aylwin, pero a nosotras no. Entonces dijimos con Pedro: ‘vamos a dejarle la cagá a estos weones’. Pedro falsificó las invitaciones y le quedaron iguales. El teatro estaba lleno de toda la prensa internacional y chilena. Pero no existe una sola foto. La verdad, solo una, al resto le requisaron todo el material fotográfico. Y la única foto que existe no sabemos bien quién la tomó, creo que un periodista del Fortín Mapocho, y se la tiraron por debajo de la puerta a Pedro en un sobre”. 


Pancho rememora entonces cuando Pedro Lemebel leyó el manifiesto “Hablo por mi diferencia”, en el primer encuentro del Partido Socialista en la Estación Mapocho en septiembre de 1986: 


“No existe ninguna sola foto de ese momento, y había cámaras para grabar, pero no existe ninguna sola filmación. La izquierda no nos la perdonó jamás. Y odiaban a Pedro, el Partido Comunista lo odiaba, hasta el día de hoy. Tampoco le perdonaron la amistad con la Gladys Marín, nunca. Murió Gladys Marín y a Pedro no lo invitaron al funeral, fue por las suyas”. 



Casas acompaña este recuerdo con una aguda reflexión sobre la situación actual en el país que ahora habita. Más que las hazañas de la performance, le parece más interesante la mirada política:

“Inclusive con los movimientos homosexuales en Argentina. La izquierda no nos quiere ¡No se hagan los pendejos! Las agrupaciones no las quieren, porque son locas, son escandalosas, son llamativas, son peligrosas”, afirmó. 




Casas, en la performance 'El rodete de Evita', en la feria arteba 2023. 
Fotografía:  Pancho Casas y Rodrigo Rodríguez. Revista COOLT. 


Al terminar esa afirmación hubo un pequeño silencio, Pancho se inclinó hacia delante y agudizó los ojos, remató diciendo:

“Creo que la identificación a ciegas y sin cuestionar de los movimientos homosexuales con la izquierda, está bien sospechosa. Nada es tan simple en la vida”. 



¿Cuál es tu opinión de lo que pasa hoy en Argentina con Javier Milei? 

“El triunfo de Milei era crónica de una muerte anunciada, en el sentido que Argentina estuvo gobernada por una izquierda que lo ha hecho muy mal, como la izquierda en Chile o en Brasil, etc. La derecha no reparte el poder, la derecha lo tiene y sirve para aplastarlos a todos. Entramos entre dos polos, creo que es una situación completamente difícil y extrema la que está viviendo Argentina. Y fíjate que mi problema no es con el modelo económico que está implantando el desquiciado del presidente, sino que los costos que va a pagar el país. Las políticas económicas las están haciendo a cambio de un costo social sin límites, y además una remoralización de todo. Es totalmente alarmante”. 


Pancho me pide otra pausa, necesitamos más vino para seguir conversando. Me dice entre risas: ¡Ya cierra tu cuaderno un rato! ¡Tan aplicada esta niña! Le digo que esta vez voy yo por el vino. Me da sus llaves y bajo por el mismo ascensor que me recibió. Mis tacos suenan contra el pavimento mientras la noche ya cayó en Buenos Aires, aun así, el calor sigue presente, y las luces de la calle me llevan a un “chino” que queda a unas cuadras.

Al volver, se destapa el vino y seguimos con la conversación. Lemebel inunda el departamento de Pancho, cruza indudablemente gran parte de su vida. Pero ni si quiera es que estuviera presente, así sin más. Pedro no se ha ido. “En cualquier minuto suena el teléfono y no sé qué huevá me va a decir, me va a putear por algo”, se ríe. Los amores nunca desaparecen, nunca se van. Entonces suena el nombre de Carmen Berenguer, y las preguntas siguen.  


Pancho, en el ámbito literario de los ochenta, donde se encontraban también Malú Urriola, Carmen Berenguer, entre otros. ¿Qué representa para ti esa época?

“Nosotros no teníamos absolutamente nada que ver con los escritores imperantes, por suerte ya no hay ninguno. Y Lemebel les pasó por encima como una aplanadora. Hay un fenómeno muy raro en Pedro y yo en esas épocas. Creo que no he hablado de esto, lo curioso es que yo venía de la literatura, estudié en ARCIS, este fue el primer instituto marxista en Latinoamérica y ocurrió un fenómeno increíble donde todos los profesores que se habían ido al exilio, como Federico Schopf, Raquel Olea, Jaime Valdivieso, etc. Volvieron todos doctores en literatura, entonces yo venía de ese bagaje. Pedro venía de las artes plásticas, no tenía idea de literatura ¡Mira la dupla! Pero yo tenía muy poca idea de arte. Luego llegó la Carmen Berenguer, que con ella éramos compañeros del ARCIS. Carmen estudiaba filosofía y nos hicimos amigos, y a Pedro lo mirábamos y hasta el día de hoy le hicimos bullying. Pedro cambió conmigo, todos los primeros libros se los corregí yo. Pudimos leer juntas un montón de cosas, que era una literatura que se escapaba de este patriarcado al que nos tenían acostumbrados”. 


¿Cómo ves el escenario literario chileno actual?

“El escenario literario actual en Chile lo desconozco, salvo mis amigas históricas que se han muerto. Carmen Berenguer, que murió hace poco y todavía no me repongo de su muerte. Mi amiga Diamela Eltit, que la sigo viendo y seguimos siendo íntimos. Malú Urriola, que también se murió. Y Nelly Richard, que todavía está viva. La verdad es que mi relación con la escritura chilena actual es muy poca. Como que no le tengo fe y no me dan ganas”. 


Refundación de la Universidad de Chile, 1988. Archivo Yeguas del Apocalipsis


Con el ímpetu que llena sus gestos, Casas recuerda la palabra “triunvirato”, dice que le encanta. Entonces estableció: “Éramos el gran triunvirato con Pedro y la Carmen Berenguer, y no puedo creer que se haya muerto. Cuando la fui a ver el año pasado a Chile, me recibió con una bata china, la misma bata que aparece en mi novela ‘Yo Yegua’. Había puesto su cara en hielo, porque eso era lo que hacía Pedro como estética de belleza pa’ estar linda. Eso sí puedo recordar, me sirvió un Baileys y nos cagamos de la risa. Yo le dije: ‘Carmen aguanta, el próximo año hay una retrospectiva de Las Yeguas en el Bellas Artes, lleguemos y entremos del brazo… Bueno, voy a entrar sola”’.

Las preguntas se van terminando en la libreta que traje conmigo a su casa, lo último que quiero saber es cuáles son sus inquietudes hoy. Y es que la muerte le impacta, confesó que le tiene un poco obsesionado el tema; la edad, la vejez, morir sola. 

Pero el impulso de crear sigue más vivo que nunca, actualmente se encuentra produciendo una película basada en su novela “Yo Yegua”, que se filmará el próximo año. Junto a esto, en el MoMA en Nueva York, se están exhibiendo las cuatro fotos de La Conquista tomadas por Paz Errazuriz, mientras que “Las dos Fridas”, están en la muestra permanente del mismo museo.

Ha hecho las cosas bien, confesó, el trabajo de tantos años se está difundiendo. Al momento de la entrevista, debía enviar pronto algunos textos para una exposición en el Museo de Arte Moderno en Houston, que estará durante tres años. Una de las más grandes que se han hecho sobre Frida Kahlo, y donde decidieron entre otras obras, tener presente a “Las dos Fridas”, cosa que estableció, es un honor. 


Las dos Fridas, registro de Pedro Marinello, 1989.  


Un silencio llega anunciando el final de la entrevista, no así la conversación, que se extendió hasta la media noche. Pancho remató diciendo: “Tú me preguntas lo que me preguntas, y yo como en el poema de Anguita, La venus en el pudridero… estoy pensando en el gusano”, nos reímos a carcajadas, y con el computador en la mesita del comedor, comienzan a sonar Juan Gabriel y Luz Casal. Ya en confianza le pido un cigarrillo, me dice: “Préndelo reina”.

Termina la noche para nosotras, y con una hermosa falda blanca me da un último recorrido por su casa, dejamos los vasos en la cocina y me muestra su pieza. Un espacio simple, sin nada en la pared, solo su cama y un pequeño velador. Luego pasa a su escritorio, y terminamos esa acalorada noche en Buenos Aires paseando a su perra Vilka por las calles de San Telmo. Saludando coquetas a los hombres sentados en los banquitos de la calle empedrada, mientras mis tacones siguen sonando ¡Que suenen! Me dice, y llegamos a la esquina de vuelta, nos despedimos con un beso. Y regreso a casa, pensando en la noche que acaba.
Revista Larus
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