Gabriel Payares: capilaridades
y remisiones de la violencia en la literatura venezolana
Por Lucas Martín De Mec 2023
Fotografía: El Nacional
En el año 2017, el escritor venezolano Gabriel Payares publicó una antología de cuentos titulada Lo irreparable, un compendio de relatos breves que aluden continuamente al lugar de origen del autor y las temáticas que atraviesan este territorio, particularmente desde la segunda mitad del siglo XX y el siglo XXI. El libro propone, en cada uno de sus textos, abordar diferentes proyecciones de la violencia física o simbólica, signadas por el concepto aludido en el título: la imposibilidad de reparación ante ciertas acciones; el desplazamiento que surge necesariamente al comparar un estadio inicial de cosas, un hecho o serie de hechos violentos que modifican esa presentación y la descripción de las consecuencias ligadas a los cambios producidos.
“En estos cuentos, la violencia
no modifica únicamente cuerpos, sino también territorios”.
Para este propósito en particular, entendemos el cuento como un “instrumento de indagación en la realidad venezolana” (Sandoval 2017: 61). Se nos presenta la oportunidad, como lectores, de ingresar a los textos de Gabriel Payares entendiéndolos como la posibilidad de bordear diferentes percepciones sobre el territorio venezolano, sus participantes y los hechos históricos que tuvieron lugar en el último medio siglo; clave que se sostiene en la diversidad de voces en primera persona que narran los distintos relatos que componen la antología. Desde las decisiones que deben tomar padres primerizos, pasando por la figura del exiliado o migrante que busca otras oportunidades lejos de su lugar de origen, hasta la mirada de personajes que ostentan diferentes niveles de poder en ciudades como Caracas o Guarenas mientras acontecen las revueltas populares de fines de la década de 1980. Asimismo, complementan la perspectiva de “instrumento de indagación” la mención de personajes que forman parte de los sectores marginados de una sociedad en crisis y descripta a partir de la violencia. No se les otorga la posibilidad de entablar diálogos con el resto de los personajes, sino que son ese “otro” mostrado desde la mirada de quien ejerce sometimiento sobre ellos.
Nos proponemos reflexionar sobre las proyecciones de la violencia y el concepto de ‘lo irreparable’ como entradas de lectura en el texto que abre el libro consignado como corpus de estudio: “Para Elisa”. En el marco histórico de “el sacudón” en Guarenas el 27 y 28 de febrero de 1989 y el posterior “caracazo”, la voz en primera persona narra la historia de dos personajes, los cuales sólo son presentados a partir de sus profesiones y la relación que mantienen entre ellos. Esta historia es relatada por un narrador del cual no conocemos dato alguno salvo la dirección de su comunicación: pretende contarle lo acontecido con Elisa, la mujer que forma parte de la relación previamente mencionada, a un “extranjero”.
Por lo tanto, se nos presentan dos relatos, uno enmarcado dentro del otro. El contexto histórico sirve como excusa para contar aquello que le sucede a este personaje femenino que no tiene voz en todo el cuento pero quien será la temática abordada continuamente y, a su vez, la narración de acontecimientos individuales para construir una mirada sobre los acontecimientos colectivos constituyen un “rescate de la memoria cultural” (Chirinos 2018: 182) en sí mismo.
En sintonía con esta apreciación, el mismo Gabriel Payares asume en una entrevista su concepción de la escritura como “una manera de conocer lo que no hay otra forma de descubrir de uno mismo” (Rodríguez Roche 2011).
El tratamiento de eventos históricos como el caracazo es posible, para el autor, únicamente desde la acción de escribir. Este momento ha sido trabajado, aludido y desplegado en una gran cantidad de producciones literarias venezolanas desde el 1989 en adelante, tal como afirma Carlos Sandoval: “continúa apareciendo, con la fuerza de un trauma simbólico, en nuestras expresiones literarias, bien como simple referencia para ubicarnos en las temporalidades representadas o como núcleo argumental de las creaciones.” (2017: 62).
La temática surge continuamente en la escritura como síntoma de una herida que no ha podido cicatrizar tanto cultural como individualmente. Es necesario plasmar en la hoja el horror personal y colectivo en tanto se configura esta práctica como una necesidad para los escritores de este territorio. En un texto crítico publicado tiempo antes de la llegada de Lo Irreparable, el autor insiste en la profunda relación en su país entre literatura y política —“nuestras letras nunca han podido independizarse de su contexto sociopolítico” (Payares 2013: 169) — y en cómo este aspecto repercute en la forma en la que los propios venezolanos se ven a sí mismos —“hemos aprendido a imaginar el país como una zona de guerra” (170) —.
Para el autor, el imaginario colectivo venezolano se encuentra inmerso en una dinámica de sufrimiento y reproducción de un ciclo de pobreza, corrupción y violencia. En “Para Elisa”, publicado cuatro años después, se pueden observar estas apreciaciones a través de prácticas violentas que marcan la forma de relacionarse entre personajes, le dan un marco temporal al relato y caracterizan el territorio caraqueño y sus alrededores.
Gabriel Payares pone en funcionamiento en su antología una serie de paratextos que funcionan como claves de lectura productivas tanto para el libro en general como para cada cuento en particular. Los epígrafes de Giorgio Agamben y Charles Baudelaire presentan nuevamente el concepto de ‘lo irreparable’, esta vez desde una concepción ontológica que nos invita a pensar en la fatalidad de ciertos eventos que no pueden ser corregidos ni rectificados. A su vez, se vincula este aspecto con el remordimiento y la degradación de la identidad y subjetividad ante lo que no tiene remedio: “¡lo irreparable roe con su diente maldito!” (Payares 2017: 7).
El título de la antología se nos
presenta como clave de lectura que estructura los núcleos narrativos de los
cuentos reunidos en este libro.
En el caso en particular de “Para Elisa”, se nos presentan dos paratextos: una dedicatoria y un epígrafe. Nuevamente, ambos pasajes se integran de manera orgánica al relato y funcionan como operadores de sentido. Una cita de Michel Foucault nos remite a la ley como una consecuencia de la agonía de los inocentes. Ya no se puede reparar lo que ya aconteció, pero se puede prevenir ante posibles futuros casos similares.
La dedicatoria, “para José Roberto Duque” (9), no es simplemente una nota dirigida a una persona perteneciente al entorno cultural o familiar de Gabriel Payares. Duque es un escritor venezolano contemporáneo al autor, cuyo libro de cuentos Salsa y control (1996) nos otorga líneas de continuidad y lecturas manifiestas en “Para Elisa”. En estos relatos fragmentarios, Duque se dirige también a la figura de un ‘extranjero’, esta vez homologado con el lector de su libro, para presentar diferentes situaciones particulares enmarcadas en el Caracazo.
La operación de ambos autores es similar: valerse de la brevedad para articular acontecimientos individuales de violencia para representar el hecho histórico colectivo; construir historias que despliegan el espacio periférico y sus particularidades. Utilizan la figura del ‘extranjero’ al que se dirige el narrador como un ignorante de las estructuras elementales de la violencia (Segato 2003) que atraviesan la cotidianeidad de los personajes en territorio venezolano, hacia el reconocimiento de prácticas que se remiten continuamente en los núcleos narrativos de ambos textos. El pasaje titulado “Noche de línea de luz” da comienzo a la antología de Salsa y control presentándonos un personaje que resonará, tiempo después, en la escritura de Payares: “Extranjero: Elisa tiene, en la cima de un callejón hasta el ojo de las escaleras, ranchos y retorcimientos.” (Duque 1996: 13). En esta Elisa sí nos encontramos con diálogos donde su voz cobra espacio en la literatura, pero rápidamente su pareja la silencia, la amenaza con un disparo de pistola y la llama “puta” (1996: 15).
Con su dedicatoria, Payares apunta a un lector que conozca la obra de Duque. La puesta en funcionamiento en el relato de este mismo nombre le sirve a ese lector modelo para prefigurar el lugar que ocupará la Elisa de Payares en su relación amorosa. A su vez, la incorporación del ‘extranjero’ y la alusión a las revueltas populares de 1989, que se suman a los personajes homónimos, nos abren la posibilidad de pensar el cuento “Para Elisa” como un fragmento que se propone complementar la red de sentido desplegada por todos los pasajes presentados en la antología de Duque: la violencia como objeto discursivo central de la obra.
El cuento con el cual Payares abre su propio libro, entonces, puede leerse como una línea de continuidad con el plan de autor de quien es mencionado en la dedicatoria. Sin embargo, se pueden relevar algunas diferencias en la escritura de ambos: Duque estructura sus textos a partir de la relación entre violencia y música, aspecto que no se presenta en el caso de Payares, quien le presenta un destino muy diferente en la narración a su Elisa en comparación con la protagonista de “Noche de línea de luz”. Mientras el personaje de Duque somete a su pareja con amenazas físicas y verbales, el destino del personaje femenino de “Para Elisa” es la muerte en manos de su pareja, llevando los actos de violencia de género mucho más allá y vinculándolos con la fatalidad prefigurada en el título de la antología: la imposibilidad de ‘reparar’ un femicidio.
El cuento de Payares nos presenta una relación, en principio amorosa, entre Elisa y un personaje cuya única forma de ser mencionado es “nuestro héroe”. La voz que relata este acontecimiento y se dirige al ‘extranjero’ le otorga este designio épico a quien sólo se le atribuye como característica distintiva ser parte de la Guardia Nacional venezolana. Conoce a Elisa en un banco, lugar donde ella trabaja, y la describe únicamente desde la mirada de este personaje. Mantienen periódicamente encuentros a escondidas, que son descriptos como la posibilidad del guardia de “adueñarse de su nombre” (2017: 12), hasta que Elisa desaparece por una semana.
El tratamiento de la violencia sobre el cuerpo femenino siempre se encuentra elidido en el cuento de Payares.
Cuando se vuelven a encontrar en el banco, el guardia nacional la describe como un “remedo de Elisa” (2017: 14) para hacer referencia a la violencia que ha sido ejercida sobre ella y se presenta el conflicto argumental: la aparición de un tercer personaje, el esposo de Elisa, Asdrúval Rivero, integrante de la Policía Metropolitana. El protagonista aprovechará el caos y la suspensión de la legalidad que supondrá el Caracazo, presentado poco después en la narración, para violentar a Rivero e intentar adueñarse nuevamente de Elisa.
Con la materialización de la disputa entre
el denominado “héroe” del relato y Rivero, se nos presenta en el texto una
continua relación de capilaridades y remisiones entre dos órdenes: uno
macropolítico, donde el acontecimiento histórico de las revueltas populares, el
accionar del aparato represivo del Estado venezolano y la alusión a los
conflictos entre la Guardia Nacional y la Policía Metropolitana tienen lugar, y
uno micropolítico, donde se ponen en juego las relaciones y los destinos de los
personajes presentados en el relato de Payares.
El marco de violencia generalizado y suspensión del raciocinio le permite al guardia ingresar a la vivienda de Rivero y Elisa. El accionar de ambos personajes masculinos se ve silenciado y minimizado por el poder adquirido por ser parte de las fuerzas de seguridad caraqueñas. A su vez, la figura de la mujer sometida por el hombre en una relación supuestamente afectiva también se ve silenciada, aspecto sobre el cual se insiste en la narración con la elipsis de núcleos narrativos del relato donde se ejerza violencia sobre Elisa y con la ausencia de diálogos emitidos por este personaje femenino.
En el nivel macropolítico de estas vinculaciones en términos de capilaridades y remisiones de la violencia, se nos presenta el espacio caraqueño y sus alrededores. La capital venezolana es mostrada como una “ciudad invisible” (Guerrero 2013: 11), perspectiva que se mantiene en numerosas producciones literarias de este país a lo largo del tiempo. Caracas no es descripta por medio de enumeraciones de rasgos distintivos en torno al espacio, sino que es referida a través de los hechos que transcurren en ese territorio. La suspensión de la ley no solo es el eje transversal para medir las relaciones entre los personajes del relato, sino también las marcas de espacio y de tiempo. La aproximación al componente urbano dentro del cuento se lee en términos de lo que Navarro Villarreal menciona como:
Caracas, desde la perspectiva del narrador de este cuento, es presentada como una ciudad-violenta, un sintagma cuyo sustantivo y adjetivo son inseparables porque se trata de un territorio irreparable, un espacio fatal: “Nada importa, todos prueban el orden público de sus manos, con las máscaras haciéndolos ver como lobos enormes, como cruces diabólicos entre soldado y dragón” (Payares 2017: 19). El territorio es mencionado sólo si se pone a disposición de la voluntad de los personajes: “Pero Dios le sonríe a las venganzas, extranjero, y la suya comenzó una tarde cualquiera en Guarenas” (17).
A lo largo del relato, ambos niveles se van remitiendo continuamente a través de diferentes figuraciones. Los comentarios del narrador sobre actuaciones particulares sirven como ejemplos del contexto general, el marco histórico brinda las condiciones necesarias para que los personajes puedan violentarse y sus actos puedan ser ‘limpiados’, y hasta acciones individuales se vinculan con otras tiempo después en la narración. Una primera remisión se evidencia en la suspensión de la identidad en los personajes: Elisa se escuda en el maquillaje de su rostro para que su amante no descubra lo que su esposo le hizo y, hacia el final del cuento, el guardia cubre su cara con la máscara brindada para reprimir las revueltas populares y así ingresar al domicilio de Elisa y su esposo. El enunciado “el trámite ha concluido” forma parte del relato tanto al dar por finalizada una extracción de dinero en el banco (15) como luego del asesinato de Asdrúbal en manos del amante de Elisa (22). En este segundo momento, una frase puesta en funcionamiento en el relato inicialmente para marcar la culminación de una transacción es utilizada luego para homologar una muerte a una operación bancaria.
En este sentido, el maniqueísmo entre el ámbito público y el privado también es parte de estas remisiones de la violencia. Mientras el guardia ‘lee’ en el rostro golpeado de Elisa un mensaje por parte de su esposo —“propiedad privada, hijo de puta” (14) —, tiempo después se refiere a la represión estatal al Caracazo como un accionar propio del “orden público” (19).
La proyección de la ira del guardia en el cuerpo de Rivero —“La frustración de todo aquello la descarga a patadas contra la cabeza de Asdrúbal” (23) — remite al momento posterior al reconocimiento de la presencia de un hombre en la vida de Elisa por parte del guardia y el autoconvencimiento de que debe ‘liberarla’ de esa relación, solo para volverla a poseer. La ira del personaje nuevamente es proyectada violentamente sobre un cuerpo, esta vez el de una prostituta: “esa noche decide encajarle entre los muslos a una puta trigueña (…) que pasa todo el rato llamándolo mi héroe, mi soldado mientras él se lo mete de espaldas y le tira con fuerza de las greñas pintadas de amarillo” (16).
Los verbos encajar, meter y tirar son los eventos que demuestran la violencia ejercida por el personaje masculino, y son remitidos en la lectura del verbo descargar de la primera cita. Por otro lado, se insiste en la capilaridad de la violencia entre aspectos macropolíticos y micropolíticos, evidenciados en los vocativos que la prostituta utiliza para referirse al personaje masculino y su vestimenta de trabajo.
Para finalizar, la corrupción y los delitos como el tráfico de influencias presentan una remisión que nos permiten, a su vez, cerrar el relato enmarcado. El guardia “hace un montón de llamadas a números de teléfono que nunca hubiera querido marcar, contacta coroneles y sargentos” (17) para dar con el nombre del esposo de Elisa, beneficio que luego se transforma en deuda con quienes ocupan cargos jerárquicos de las fuerzas de seguridad caraqueñas. Hacia el final del relato, el narrador se dirige al extranjero e incluye a ambos en el mismo grupo del guardia: “esto que es el castigo para quienes tenemos, como tú y como yo, demasiadas cuentas por pagar” (25). Ambos están encargándose de ‘limpiar’ la escena del crimen luego de la represión a las revueltas populares del Caracazo.
Los actos observados y juzgados desde la perspectiva del amante de Elisa, guardia nacional, siempre son vistos en términos de desmesura y necesidad de castigo. Para este personaje, Elisa no puede decidir elegirlo a él por su sometimiento a su esposo. Ningún otro posible motivo parece convencerlo.
Cuando la narración toma distancia de esta perspectiva del amante y muestra su accionar concreto, no se habla en términos fatalistas, sino que se opta por desplegar todas las alternativas posibles para encubrir sus actos violentos, dándole lugar a comentarios sobre el tráfico de influencias, la impunidad de los agentes del poder y la locura como posible explicación del accionar del amante. Elisa decide intervenir frente a la golpiza de su marido y el guardia lo considera una traición, ya que esa respuesta es incomprensible en su orden de ideas previamente desarrollado:
Nuevamente, la elipsis narrativa toma lugar para evitar mostrar la violencia ejercida sobre Elisa. Esta vez, el destino del personaje femenino no se queda en una amenaza, como sucedía en el texto de Duque. El silencio se articula como núcleo narrativo: “No me pidas más detalles sobre la muerte de Elisa, extranjero” (24). El personaje femenino deja de ser siquiera nombrado y pasa a ser un ‘cuerpo’. En este caso, la remisión de la violencia se establece desde la intertextualidad: si la dedicatoria al autor deSalsa y control era potencialmente entendible como una prefiguración, la culminación del destino fatal de Elisa es la insistencia en la incapacidad de remediar los actos cometidos, concepto aludido en el título de la antología de Gabriel Payares.
El primer cuento de Lo irreparable sólo es el primer punto de vista narrado en este libro que compendia muchos más relatos de la violencia. Si para Barrera Linares (1998: 61) el último período que presenta para clasificar el cuento venezolano está ligado a la pérdida de los límites, la crisis severa, la diversidad en la temática, la fusión de lo local con lo supuestamente cosmopolita y el afianzamiento de nuevas modalidades temáticas hasta la producción literaria de mediados de la década de 1990, cuentos de Gabriel Payares como “Para Elisa”, publicado en la década del 2010, nos permiten tanto establecer líneas de continuidad con ese período previo pero también diferenciarlo con una profundización en los traumas simbólicos de la cultura venezolana, la problematización de un pasado y presente eminentemente violentos y la necesidad de integrar el relato del orden individual en uno colectivo.
Bibliografía consultada
· Barrera Linares, Luis (1998). “Periodos y procesos del cuento venezolano”. Revista de la Universidad Autónoma del Estado de México, ISSN 1405-6313, Nº. 19: 53-63
· Chirinos, Laura (2018). Aproximación sociocrítica a las narrativas migratorias de la literatura venezolana actual. Valencia: Universidad de Carabobo.
· Guerrero, Gustavo (2013). “Caracas, la ciudad invisible”, INTI: Revista de literatura hispánica, (77/78), 11-19.
· Navarro Villarreal, Bernardo (2015). “Claves para abordar lo urbano en el cuento venezolano del siglo XXI”. Revista Contexto, segunda etapa, Vol. 19, Nº 21: 159-169.
· Payares, Gabriel (2013). "Ese azul que no es el nuestro: un vistazo al modo venezolano de imaginar (se)", INTI: Revista de literatura hispánica: No. 77, Art. 17: 169-175.
· Rodríguez Roche, Tomás (2011). “Gabriel Payares”. Canal El Librero Venezolano. Disponible en https://www.youtube.com/watch?v=UTKC0dTwubQ.
· Sandoval, Carlos (2017). «La guerra de los días (acerca del relato breve en Venezuela)». El cuento hispanoamericano del siglo XXI. Agustín Prado Alvarado (coordinador). América sin Nombre, 22: 61-72.
· Segato, Rita Laura (2003). Las estructuras elementales de la violencia. Ensayos sobre género entre la antropología, el psicoanálisis y los derechos humanos. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Prometeo libro.
El marco de violencia generalizado y suspensión del raciocinio le permite al guardia ingresar a la vivienda de Rivero y Elisa. El accionar de ambos personajes masculinos se ve silenciado y minimizado por el poder adquirido por ser parte de las fuerzas de seguridad caraqueñas. A su vez, la figura de la mujer sometida por el hombre en una relación supuestamente afectiva también se ve silenciada, aspecto sobre el cual se insiste en la narración con la elipsis de núcleos narrativos del relato donde se ejerza violencia sobre Elisa y con la ausencia de diálogos emitidos por este personaje femenino.
En el nivel macropolítico de estas vinculaciones en términos de capilaridades y remisiones de la violencia, se nos presenta el espacio caraqueño y sus alrededores. La capital venezolana es mostrada como una “ciudad invisible” (Guerrero 2013: 11), perspectiva que se mantiene en numerosas producciones literarias de este país a lo largo del tiempo. Caracas no es descripta por medio de enumeraciones de rasgos distintivos en torno al espacio, sino que es referida a través de los hechos que transcurren en ese territorio. La suspensión de la ley no solo es el eje transversal para medir las relaciones entre los personajes del relato, sino también las marcas de espacio y de tiempo. La aproximación al componente urbano dentro del cuento se lee en términos de lo que Navarro Villarreal menciona como:
“la presencia de la violencia y la soledad como característica de una generación que ha perdido su espacio en la urbe que creyó suya durante tanto tiempo” (2015: 168).
Caracas, desde la perspectiva del narrador de este cuento, es presentada como una ciudad-violenta, un sintagma cuyo sustantivo y adjetivo son inseparables porque se trata de un territorio irreparable, un espacio fatal: “Nada importa, todos prueban el orden público de sus manos, con las máscaras haciéndolos ver como lobos enormes, como cruces diabólicos entre soldado y dragón” (Payares 2017: 19). El territorio es mencionado sólo si se pone a disposición de la voluntad de los personajes: “Pero Dios le sonríe a las venganzas, extranjero, y la suya comenzó una tarde cualquiera en Guarenas” (17).
A lo largo del relato, ambos niveles se van remitiendo continuamente a través de diferentes figuraciones. Los comentarios del narrador sobre actuaciones particulares sirven como ejemplos del contexto general, el marco histórico brinda las condiciones necesarias para que los personajes puedan violentarse y sus actos puedan ser ‘limpiados’, y hasta acciones individuales se vinculan con otras tiempo después en la narración. Una primera remisión se evidencia en la suspensión de la identidad en los personajes: Elisa se escuda en el maquillaje de su rostro para que su amante no descubra lo que su esposo le hizo y, hacia el final del cuento, el guardia cubre su cara con la máscara brindada para reprimir las revueltas populares y así ingresar al domicilio de Elisa y su esposo. El enunciado “el trámite ha concluido” forma parte del relato tanto al dar por finalizada una extracción de dinero en el banco (15) como luego del asesinato de Asdrúbal en manos del amante de Elisa (22). En este segundo momento, una frase puesta en funcionamiento en el relato inicialmente para marcar la culminación de una transacción es utilizada luego para homologar una muerte a una operación bancaria.
En este sentido, el maniqueísmo entre el ámbito público y el privado también es parte de estas remisiones de la violencia. Mientras el guardia ‘lee’ en el rostro golpeado de Elisa un mensaje por parte de su esposo —“propiedad privada, hijo de puta” (14) —, tiempo después se refiere a la represión estatal al Caracazo como un accionar propio del “orden público” (19).
La proyección de la ira del guardia en el cuerpo de Rivero —“La frustración de todo aquello la descarga a patadas contra la cabeza de Asdrúbal” (23) — remite al momento posterior al reconocimiento de la presencia de un hombre en la vida de Elisa por parte del guardia y el autoconvencimiento de que debe ‘liberarla’ de esa relación, solo para volverla a poseer. La ira del personaje nuevamente es proyectada violentamente sobre un cuerpo, esta vez el de una prostituta: “esa noche decide encajarle entre los muslos a una puta trigueña (…) que pasa todo el rato llamándolo mi héroe, mi soldado mientras él se lo mete de espaldas y le tira con fuerza de las greñas pintadas de amarillo” (16).
Los verbos encajar, meter y tirar son los eventos que demuestran la violencia ejercida por el personaje masculino, y son remitidos en la lectura del verbo descargar de la primera cita. Por otro lado, se insiste en la capilaridad de la violencia entre aspectos macropolíticos y micropolíticos, evidenciados en los vocativos que la prostituta utiliza para referirse al personaje masculino y su vestimenta de trabajo.
Para finalizar, la corrupción y los delitos como el tráfico de influencias presentan una remisión que nos permiten, a su vez, cerrar el relato enmarcado. El guardia “hace un montón de llamadas a números de teléfono que nunca hubiera querido marcar, contacta coroneles y sargentos” (17) para dar con el nombre del esposo de Elisa, beneficio que luego se transforma en deuda con quienes ocupan cargos jerárquicos de las fuerzas de seguridad caraqueñas. Hacia el final del relato, el narrador se dirige al extranjero e incluye a ambos en el mismo grupo del guardia: “esto que es el castigo para quienes tenemos, como tú y como yo, demasiadas cuentas por pagar” (25). Ambos están encargándose de ‘limpiar’ la escena del crimen luego de la represión a las revueltas populares del Caracazo.
Los actos observados y juzgados desde la perspectiva del amante de Elisa, guardia nacional, siempre son vistos en términos de desmesura y necesidad de castigo. Para este personaje, Elisa no puede decidir elegirlo a él por su sometimiento a su esposo. Ningún otro posible motivo parece convencerlo.
Cuando la narración toma distancia de esta perspectiva del amante y muestra su accionar concreto, no se habla en términos fatalistas, sino que se opta por desplegar todas las alternativas posibles para encubrir sus actos violentos, dándole lugar a comentarios sobre el tráfico de influencias, la impunidad de los agentes del poder y la locura como posible explicación del accionar del amante. Elisa decide intervenir frente a la golpiza de su marido y el guardia lo considera una traición, ya que esa respuesta es incomprensible en su orden de ideas previamente desarrollado:
“Ya nunca podré confiar en ella de nuevo” (24).
Nuevamente, la elipsis narrativa toma lugar para evitar mostrar la violencia ejercida sobre Elisa. Esta vez, el destino del personaje femenino no se queda en una amenaza, como sucedía en el texto de Duque. El silencio se articula como núcleo narrativo: “No me pidas más detalles sobre la muerte de Elisa, extranjero” (24). El personaje femenino deja de ser siquiera nombrado y pasa a ser un ‘cuerpo’. En este caso, la remisión de la violencia se establece desde la intertextualidad: si la dedicatoria al autor deSalsa y control era potencialmente entendible como una prefiguración, la culminación del destino fatal de Elisa es la insistencia en la incapacidad de remediar los actos cometidos, concepto aludido en el título de la antología de Gabriel Payares.
El primer cuento de Lo irreparable sólo es el primer punto de vista narrado en este libro que compendia muchos más relatos de la violencia. Si para Barrera Linares (1998: 61) el último período que presenta para clasificar el cuento venezolano está ligado a la pérdida de los límites, la crisis severa, la diversidad en la temática, la fusión de lo local con lo supuestamente cosmopolita y el afianzamiento de nuevas modalidades temáticas hasta la producción literaria de mediados de la década de 1990, cuentos de Gabriel Payares como “Para Elisa”, publicado en la década del 2010, nos permiten tanto establecer líneas de continuidad con ese período previo pero también diferenciarlo con una profundización en los traumas simbólicos de la cultura venezolana, la problematización de un pasado y presente eminentemente violentos y la necesidad de integrar el relato del orden individual en uno colectivo.
Bibliografía consultada
· Barrera Linares, Luis (1998). “Periodos y procesos del cuento venezolano”. Revista de la Universidad Autónoma del Estado de México, ISSN 1405-6313, Nº. 19: 53-63
· Chirinos, Laura (2018). Aproximación sociocrítica a las narrativas migratorias de la literatura venezolana actual. Valencia: Universidad de Carabobo.
· Guerrero, Gustavo (2013). “Caracas, la ciudad invisible”, INTI: Revista de literatura hispánica, (77/78), 11-19.
· Navarro Villarreal, Bernardo (2015). “Claves para abordar lo urbano en el cuento venezolano del siglo XXI”. Revista Contexto, segunda etapa, Vol. 19, Nº 21: 159-169.
· Payares, Gabriel (2013). "Ese azul que no es el nuestro: un vistazo al modo venezolano de imaginar (se)", INTI: Revista de literatura hispánica: No. 77, Art. 17: 169-175.
· Rodríguez Roche, Tomás (2011). “Gabriel Payares”. Canal El Librero Venezolano. Disponible en https://www.youtube.com/watch?v=UTKC0dTwubQ.
· Sandoval, Carlos (2017). «La guerra de los días (acerca del relato breve en Venezuela)». El cuento hispanoamericano del siglo XXI. Agustín Prado Alvarado (coordinador). América sin Nombre, 22: 61-72.
· Segato, Rita Laura (2003). Las estructuras elementales de la violencia. Ensayos sobre género entre la antropología, el psicoanálisis y los derechos humanos. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Prometeo libro.