Gabriela Mistral y su colaboración clave en la reforma educacional mexicana



Por Equipo Larus - 2025 


Fotografía:  Fotografía de la época en que Gabriela Mistral fue embajadora de Chile en México, se le observa en una reunión junto a varias personas.  Archivo General de la Nación, AGN (México). 




“Maestro, enseña con gracia, como pedía Rodó. Sin hacerte un retórico, procura dar un poco de belleza en tu lección de todos los días”.

Extracto del texto Palabras a los maestros, del libro Magisterio y niño.





A comienzos de 1925, Gabriela Mistral regresó a Chile y adquirió una casa en La Serena, hoy conocida como la Casa de las Palmeras. Esta residencia, ubicada a pocas cuadras de la playa y con un amplio terreno, fue declarada monumento histórico en 1990 y se encuentra frente a la actual biblioteca regional que lleva su nombre.

Su intención era radicarse allí y concretar un anhelo: crear una escuela-granja para los niños campesinos del valle de Elqui, donde pudieran educarse y, a la vez, perfeccionarse en las labores agrícolas. Sin embargo, ese mismo año, el gobierno chileno la envió a Francia como delegada ante el Instituto de Cooperación Intelectual, dependiente de la Sociedad de las Naciones. A partir de ese momento, Gabriela Mistral nunca más volvió a residir en Chile.

Pero antes de este hecho, y de su último regreso al país, la poeta llevó a cabo un profundo trabajo colaborando con la reforma educacional del gobierno posrevolucionario del general Álvaro Obregón en México. Él tenía claro que uno de los problemas más graves del pueblo mexicano era el analfabetismo, el cual se propuso erradicar. Para ello, a través de la recién creada Secretaría de Educación Pública (SEP) en 1921, se emprendió una profunda reforma del sistema educativo, encabezada por José Vasconcelos, quien, conociendo las concepciones pedagógicas de Gabriela Mistral, la invitó para sumarse al plan en 1922.


Fotografía: José Vasconcelos en 1920 


La propuesta de Vasconcelos y los años de Mistral en México



Antes de la Revolución Mexicana, la educación en el país estaba en gran medida controlada por la Iglesia católica, y era accesible principalmente a las élites. La mayoría de la población rural, indígena y obrera no tenía acceso a la educación básica. La revolución cambió esta dinámica, promoviendo la idea de que la educación debía ser un derecho universal y una herramienta para la igualdad social.

Para llevar a cabo el programa educativo, José Vasconcelos se rodeó de numerosos escritores y artistas, entre los cuales se destacaron Manuel Gómez Morín, Diego Rivera, Roberto Montenegro, Julio Torri, Carlos Pellicer y Gabriela Mistral. Todos ellos contribuyeron desde sus respectivos campos al proceso de modernización, creando nuevas escuelas, bibliotecas, revistas y otras publicaciones.

La colaboración de Mistral con Vasconcelos comenzó incluso antes de su llegada a México. De hecho, tuvieron un primer acercamiento a través de uno de los primeros proyectos culturales impulsados por el secretario en 1921: la revista El Maestro. En ella, Mistral participó con algunos poemas y una carta fechada en agosto de ese año, dirigida a Vasconcelos.

En dicha carta, le extendía su agradecimiento y reconocía la originalidad del proyecto editorial, el cual respondía —según sus palabras— a la necesidad de educar al pueblo. Por estas afinidades, Gabriela Mistral aceptó la invitación para colaborar en la reforma educativa. En 1922, Vasconcelos la recibió con emoción y le agradeció su gesto de “solidaridad latinoamericana”.

A partir de julio de ese año, la poeta no solo se dedicó a elaborar un programa de educación rural y un sistema de bibliotecas, sino que también preparó importantes libros de carácter antológico. En especial, destaca el tomo Lecturas para mujeres, publicado en 1924 por la SEP, donde también figuran otros escritores mexicanos. Un poco más tarde, Gabriela Mistral le dedicó a Vasconcelos unas páginas sobre su Indología: una interpretación de la cultura iberoamericana, de 1927, y el ensayo “Vasconcelos y Chocano”.

Fotografía:  Gabriela Mistral junto a Palma Guillén, Amantina Ruiz (profesora normalista chilena) y otros profesores mexicanos en 1922. Archivo Biblioteca Nacional de Chile. 

El pensamiento pedagógico de Mistral y su aplicación en México



Fotografía:  Gabriela Mistral de pie posando junto al Doctor Ignacio Chávez y una mujer no identificada en la galería de una edificación en México. Biblioteca Nacional de Chile. 


El eje central del pensamiento pedagógico de Mistral, expresado en libros como Magisterio y niño, fue el desarrollo y bienestar integral de los estudiantes. Estaba especialmente interesada en las metodologías para aprender a leer y en la calidad de los materiales educativos. También defendió la importancia de la vocación docente, considerando que la educación no debía limitarse a la transmisión de conocimientos, ni tampoco a la preparación para el mundo laboral.

Para Mistral, enseñar significaba entablar un diálogo constante con las experiencias vitales de los niños, en directa relación con la naturaleza y los problemas sociales de su tiempo.

Desde esta perspectiva, abogó por el surgimiento de la Escuela Nueva o Activa, que garantizara el acceso universal a la educación infantil. Ya en 1910, había exigido la instauración de una Ley de Instrucción Primaria Obligatoria en Chile.

Con estas bases, Mistral contribuyó a la reforma liderada por Vasconcelos, colaborando con la redacción de la ley de Misiones Culturales, viajando por todo México para fundar bibliotecas populares, instalar una escuela modelo rural y promover la educación al aire libre.



La partida de Mistral y el país tras la reforma



Una vez finalizado su trabajo en el país, la poeta dejó testimonio de los logros alcanzados, los cuales publicó en la prensa mexicana después de su partida. Mistral redactó extensos textos que fueron apareciendo paulatinamente en el diario El Universal. Desde Chile, envió una primera entrega, y fue en mayo de 1925 cuando plasmó su visión y evaluación de los avances de la reforma.

En esos escritos, recordaba con profundo respeto la figura de las misiones culturales encabezadas por Elena Torres, quien formó a los maestros rurales. Fue al lado de Torres donde Mistral conoció modelos de escuelas agrícolas con una organización integral, que valoraban los recursos del campo y donde los más pequeños cultivaban como parte esencial de su formación. Reconocía así que “el normalista podía volver la cara a la tierra”.

Al año siguiente, se publicaron tres artículos más que completaron el testimonio de la poeta. En ellos subdividió temáticamente los logros alcanzados. Entre ellos, destacó la proliferación de escuelas rurales y bibliotecas —específicamente 1.500— sin contar las de legaciones y consulados, bajo la premisa de que “cada soldado, cada obrero, cada campesino y cada niño” pudieran leer en México.

En esos textos también mencionó iniciativas como “La hora del cuento” en las bibliotecas infantiles, los departamentos editoriales y, sobre todo, la educación para el indígena, que —según ella— requería de profesores especializados y de materiales diseñados para su contexto, editando libros específicos para el maestro campesino.

Hoy, solo en la Ciudad de México, cinco escuelas llevan el nombre de la poeta chilena. En total, son 1.197 los establecimientos en el país que mantienen vivo su legado. La mayoría se encuentra en el estado de Veracruz, y son testimonio palpable de la vocación latinoamericana que marcó toda su obra.

Fotografía:  En esta nota del periódico El Universal,  Gabriela Mistral habla sobre la Reforma educacional en México y aborda diversos temas como el de las pensiones de los educadores, 1926.  Biblioteca Miguel Lerdo de Tejada, México. 


Fuentes utilizadas



Revista Larus
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