Guisela Parra Molina:

“Digo que mi escritura es híbrida porque es una corriente de mi conciencia”



Por Juana Balcázar - 2024 



La escritora en el patio de su casa con sus libros Piel de culebra (2018), Anecdotario (2022) y su último libro En carne propia, de Editorial Bogavantes.  


Al entrar a la casa de la escritora se revelan fragmentos de su vida. El color azul de los cuadros de su madre inunda todo el comedor, un retrato colgado en la pared: “Esa foto la sacó un pololo fotógrafo que tuvo mi mamá”. Cada obra de su madre parece abrazarla incluso hoy, en esta conversación donde repasamos su vida lejos de su natal Concepción. Donde surgen tránsitos entre territorios ajenos que convirtió en su hogar, y que la tienen asentada finalmente en La Serena. Guisela Parra Molina camina a través del tiempo con valentía, con una fuerza que nunca logró encauzar por completo, y que corre dispersa, como alguna vez dijo, en la corriente de su conciencia.

Traductora Inglés-Español de profesión, a lo largo de los últimos años ha publicado diferentes trabajos que componen su obra, con Editorial Me Pego un Tiro cinco plaquettes entre 2017 y 2022, y parte de su trabajo ha sido beneficiario del Fondo del Libro. Su última publicación llamada En carne propia de Editorial Bogavantes, se suma también a Piel de culebra (2018), y Cambalache (2021).

Criada en un hogar poco convencional, su padre era pianista y su madre pintora. Desde pequeña tuvo contacto con los libros y el arte. Su abuela, una profesora normalista, le enseñó a leer a los cuatro años: “Era muy importante para ella que yo aprendiera a leer. Eso era parte de la vida en mi familia, mis padres eran muy lectores y tenían estantes de libros en la casa”.

Dos mundos se configuraron en la realidad de Guisela: un espacio mucho más abierto en su casa, y un mundo conservador afuera. No era libre de contradicciones claramente:

“Si bien mi papá era poco convencional para la época, era bastante autoritario. Pero, por ejemplo, yo supe lo que era ser lesbiana desde muy chica, porque ellos tenían amigas lesbianas. Antes era inconcebible”. 




Gusiela en el comedor de su casa, junto a los cuadros de su madre.


¿Cómo era salir de tu casa y encontrarte con una realidad totalmente diferente?

“Era difícil, por eso la pasé tan mal en el colegio. Siempre fui el bicho raro. También una tiende a juntarse con gente afín, como a los quince años me puse hippie y andaba con ellos fumando marihuana o cantando cerca de la plaza en Concepción. Eso era muy mal visto por los padres de mis compañeras, pero habíamos algunas que éramos así y nos juntábamos entre nosotras".

¿Por qué te vas de Concepción?

“Me voy de Concepción porque estaba absolutamente cesante y recién separada. Me habían echado del Instituto Chileno Británico porque no les gustó que abriera la boca. Después tuve una pega en un instituto profesional, pero me acusaron de hacer política y, por lo tanto, no me renovaron el contrato. Entonces estaba cesante y con mi hija de tres años, y me pasaron el dato que necesitaban una traductora en la Universidad de Tarapacá, así que partimos a Arica”.

Un pedacito en todas partes


Es el año 1987 y Guisela toma rumbo a Arica, aquí es donde comienza a escribir y donde transcurre gran parte de su historia, que describe como un despertar. En esta ciudad transitan los históricos momentos de nuestro país a finales de la década de los ochenta. “Ahí viví una parte fundamental de la historia, que fue el plebiscito del No. Además de la efervescencia política, también era un gran riesgo, pero más riesgo viví en Concepción. Cuando se desató la dictadura, vivía con mi hijo chico, y era parte de un grupo de canciones de protesta llamado Las Pilguas”.  

“Todo estaba mezclado: la cuestión de la maternidad y la militancia, que era riesgosa".



Además, despierta su trabajo feminista, uniéndose con amigas y fundando la ONG Casa Encuentro de la Mujer. “Ahí empezó mi trabajo feminista más consciente. Y después en Iquique hice otro grupo, y acá en La Serena formé parte del Programa de Estudios de Género de la Universidad de La Serena”.

¿De qué forma las mujeres de tu vida han aportado a tu perspectiva política?

“En el fondo, mi postura política viene de antes. Mi mamá nunca dijo ‘soy feminista’, pero era absolutamente transgresora. Mi abuela materna era convencional, pero era comunista. Eso también era algo poco frecuente en su época. Y tuve un modelo de feminismo, que era el de la hermana menor de mi mamá. Ella estuvo exiliada y cuando llegó del exilio fundó el Instituto de la Mujer. Éramos muy amigas y realmente fue un modelo feminista para mí”.

Al preguntarle cuándo comenzó a escribir, Guisela comenta que fue producto de la nostalgia. Antes de Arica, recuerda cuando tenía doce años: “Una vez que estaba en las rompientes mirando las olas escribí un texto, un primo me vio y me agarró la hoja, se rio y nunca más escribí nada”.

En una entrevista hablas de, y cito, “es corredora y dispersa la corriente de mi conciencia” ¿Cómo logras encauzar ese torrente a la hora de escribir?

“Yo no sé si logro encauzarlo. Por eso es que mi escritura es básicamente híbrida. Hay una cita que dice: ‘La definición es la intrínseca anulación’. Me encanta ese postulado. Porque es absolutamente cierto, y sí, lo que escribo se podría considerar de repente ensayo, o me han dicho que escribo prosa poética. ¿Por el ritmo? ¿La figura? No deja de ser narración, no deja de ser relato. Digo que mi escritura es híbrida porque es una corriente de mi conciencia”.

La portada de su último libro, En carne propia, de Editorial Bogavantes. 


Surcando las palabras


La escritura de Guisela recorre las dinámicas de poder entabladas en el mundo patriarcal, y las urgencias que, desde su visión biográfica, recorren las mujeres. En su relato “Gemelas”, que ganó el segundo premio en la categoría senior del Concurso Literario por la Igualdad de Agullent, de España, surgen temáticas como la maternidad y el aborto.

Según la autora, “la maternidad puede ser una cruz, un deleite también, pero conlleva, por lo menos para mí, mucha culpa, y es muy difícil deshacerse de eso” Agregando que: 

“No sé si conozco madres que se sientan tranquilas con sus maternidades. Eso demora mucho, yo recién me estoy librando de la culpa y tengo 69 años”.



Y si bien desde joven estuvo alejada de las convenciones religiosas, confesó que, con sus dos abortos, se dio cuenta de lo arraigada que está la culpa en las mujeres. “Mi primer aborto fue a los dieciséis años y mucho después me di cuenta de que quedé absolutamente rayada con eso, porque desde ahí lo único que pensaba era en tener hijos. En mi otro aborto estaba más adulta, el médico me explicó que era un huevo güero, o sea, no tenía embrión. Ahora, ¿por qué el hueón no me sacó eso de adentro? Tuve que esperar más de tres meses con contracciones iguales que un parto. Es traumático, sea como sea”.

Su último libro llamado “En carne propia” y editado por Editorial Bogavantes, fue presentado hace poco en las ferias del libro de Ovalle y La Serena, construido con base en relatos que tienen su punto culmine en el no olvido de las palabras. “Por eso es que la primera parte de este libro empieza con ´¿Quién dijo que el viento se las lleva?’, hablando de las palabras que quedan pegadas, que nunca olvidas. También se revela la postura feminista, la crítica, la exposición de la inequidad y a lo que estamos sometidos, aunque uno no quiera someterse”.

Guisela Parra Molina es una escritora penquista, pero también ariqueña, iquiqueña y serenense. Una mujer que transitó por múltiples territorios, épocas y vivencias propias de su forma de ver el mundo. Con una fascinación por el lenguaje que le exige ser rigurosa y, confesó, muy autocrítica. Actualmente se encuentra trabajando en variados proyectos, en el más reciente busca cuestionar el límite entre géneros y el término de “memoria”, estableciendo que “todo lo que escribo es testimonial y ficticio. Ni siquiera los que me conocen pueden saber cuán desdibujados están esos límites”.

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