Imaginarios puteriles: “Fuera
lo que fuera
¡Qué también lo escriban las putxs!”
Juana Balcázar - 2024
Son torrentes muchas veces lo que guardan las palabras, el uso de las letras para meterse entre medio de los oídos, los paquetes a punto de estallar debajo de los pantalones, el “te voy a endulzar” decía una amiga. Esa poesía magnética que se aprende solo en la práctica, es también capaz de desmontar y retratarse a su manera. Porque el arma más latente que podría tener alguien, es ocupar el lenguaje para escribirse a sí mismo. Desarmar la lengua, y pasar del articular a la palabra escrita, y de esa escritura al papel.
También la lengua puede salir de la boca y reírse de eso mismo que se transita, palabrearse, construir la historia desde el “sujeto”, y que nadie lo haga por ti. Quizás así, esa “artista del amor arrodillada”, muerda el falo del “hombre verdadero” y chorreé los “Imaginarios Puteriles”. Es esta publicación impresa por Taller Fabrika de Valparaíso, la que reúne una serie de relatos y voces que nacen del Colectivx artístico de putas disidentes, conformado el 2016 como una alternativa de organización para distintas trabajadoras sexuales, vinculadas con el arte, la performance y la búsqueda de espacios reflexivos.
El 2023 el colectivo se da a la tarea de compilar escrituras puteriles y compartir pensares desde una convocatoria abierta, construyendo el libro frente a un escenario constantemente punitivo del ejercicio de la profesión, donde los movimientos feministas tensionan la relación de dependencia “entre el ser mujer y ser puta, como una discusión meramente identitaria”. Entre sus relatos, más que plantear certezas se establecen preguntas sobre el trabajo sexual:
“¿Por gusto o por
obligación? ¿Es tan sólo un oficio? ¿Puede convertirse en un espacio de
aprendizajes y fuente inagotable de inspiración para repensar nuestro/s sexo/s,
nuestras artes y las literaturas?”
Cuando mis dientes grandes
trituren tu carne
De los catorce relatos, bajo la edición de Renato Roble (radiodioactvx) se retrata el trabajo sexual desde diferentes esferas y espacios de cuestionamiento. Uno de los primeros textos titulado “La Cula” (Kala), muestra la fantasía de la virtualidad, aquella “información dérmica no captada” mediante el lente de la cámara digital con ese toque cirujano. El juego de la perfección se junta para preguntarte si pagarías por acariciar las texturas de ese alisado culo “mejorado”, o sumergirte en la imperfección que las fotos no te permiten ver.
Teodora Inostroza irrumpe con su texto “Lo que no dijiste al saber que soy puta”, y este es un golpe, una mordida también, frente al espasmo viril del hombre que cree poseer, que mira con la cara de “perro faldero”. Y se está ahí, con ella, mientras camina, grita y se eleva frente a la figura del pequeño hombre, del diminuto ser que se despoja de su ilusión hombril y al cruzar la puerta se convierte en ese niño que llora por un dulce. Pero Teodora vocifera: “¡No voy a ser tuya!”
Las ilustraciones hechas por la artista Saturnalia Infinita acompañan los espacios de este libro, y no solo es compañía, pareciera que se leen, se mezclan, culean las imágenes y los textos, conforman un imaginario único que retrata el falo entre la lengua, la calle, y las manos que llaman, el cuerpo esperando.
Esta relación se acentúa en el texto “Fueron tantos picos que chupé” de Valentina Kaoz, donde sigue una ilustración de un cuerpo que lee, en cuatro, mientras cientos de hombres esperan su turno. Esta imagen también es la representación de este fanzine: Mira todos estos picos, y yo, sentada junto a las palabras que ocuparé, en la venganza donde solo me reconozco, gimiendo como nunca antes, hasta volverme tan solo una sombra de lo que antes fui.
En Corolarios alucinantes del señor Víctor, Radioactivx trae a modo de
anotaciones, bitácora o hasta lo que podría ser un diario, las reflexiones y
vivencias de aquel “hombre casi perfecto”. El relato del placer adherido al
falo, el autor se ríe de aquello, también se queja, traspasan la página los
cuatro centímetros entre sus piernas e irrumpe en la plasticidad del placer. ¿Qué es ser un hombre? ¿Los clientes quieren un hombre? ¿Uno con un gran pene
que los destruya? Al parecer se es
inofensivo, “un producto penetrable más económico”, dice. Pero aun así, está
esperando en el velador su prótesis “Cyberskin”, recordando que la mano también
es un alto órgano sexual.
La crónica de la Rubia Rizada, escrita por Inés de Apaza, demuestra los matices que tiene esta publicación, y lo lleva al terreno del documento histórico. Las maestras, el traspaso del oficio en la oralidad, y las vivencias de las que ya no están para dejar un legado a las que vienen. Aquí Inés encapsula el mundo vivido por Alejandra Rebolledo Villegas, mujer trans travesti operada de 60 años, que por el 2019 trabajaba en la calle Freire, de Valparaíso. Los párrafos de esta crónica chorrean potencia, quiero destacar un extracto:
“Fue en abril cuando alguien preguntó por su nombre y ya no estaba, fue en ese mes cuando se desató el poder Ariano de su sangre, derritiendo las velas rojinegras de su altar, desbordando todos los santos y cada una de las figuras lujuriosas de sus rituales. Fue así como el espíritu de santa travesti se diluyó entre cadáveres moribundos por las esquinas de un continente ultrajado, donde el último aspirar de una pipa vieja, calcinó a fuego lento los delirios de su puti-historia”.
En el reconstruir también está el atestiguar la persecución jurídica que han vivido lxs putxs a lo largo de la historia de Chile. Sol Afrania, abogada por profesión y por pasión, puta de oficio y por decisión. Construye de forma detallada el artículo “La constitución política de Chile y su código civil: los proxenetas más cabrones”. Aquí, establece las normas constitucionales que impiden el reconocimiento jurídico del trabajo sexual, realizando un análisis agudo y también planteando preguntas: ¿Que exista un ordenamiento jurídico garantiza libertad y protección?
Reflexiona sobre el rol de las instituciones en el espacio del comercio sexual, y abre la discusión seria entorno a la necesidad de una reparación histórica, con base en un marco normativo que permita a lxs putxs acceder a la seguridad social, y por tanto a una jubilación. Frente a una asimetría comercial, donde los clientes cuentan con la inmunidad de la discreción y la aceptación tacita de la complicidad masculina.
La venganza: Tomar el mango
y desgarrar
Desde el texto “La tercera es la vencida” (Nico L. Atarka), el libro entra en una especie de fuerza que empuja la lectura a un espacio culmine, un clímax. Este texto es primordial para dar contraste a los diferentes relatos que le siguen. La forma en la que se construye denota crudeza y realismo que se escriben de forma ágil.
Esto también se siente en el escrito de Saturnalia Infinita, en “Ojalá quedemos todos sin ojos”, el cliente pasa a ser el “pueblo de Chile” que ilusoriamente cree “despertar” y abrir los ojos. Aquí la autora les grita un rotundo “¡No!”. Les dice en la cara que ojalá todos pierdan los ojos, porque es el mismo pueblo de Chile al que no le importará si una travesti muere, es el mismo pueblo de Chile que la volverá a matar.
Los tres últimos escritos decantan y nos acercan de manera clara al final del libro, pero no por ello, se pierde la potencia de sus palabras. Al contrario, textos como “Lo maraco no quita los prostituto” de Josecarlo Enríquez y “Traficando placeres” de Noelia de Shalá, comparten profundas reflexiones sobre los roles que se constituyen en las propias dinámicas del sexo, y la relación de la virtualidad con la esclavitud laboral bajo la dinámica de la pantalla. Develan el devenir de las múltiples vivencias que constituyen el trabajo sexual, y que sin duda, construyen un imaginario puteril desde la escritura de la carne.
Reconstruir la memoria
La crónica de la Rubia Rizada, escrita por Inés de Apaza, demuestra los matices que tiene esta publicación, y lo lleva al terreno del documento histórico. Las maestras, el traspaso del oficio en la oralidad, y las vivencias de las que ya no están para dejar un legado a las que vienen. Aquí Inés encapsula el mundo vivido por Alejandra Rebolledo Villegas, mujer trans travesti operada de 60 años, que por el 2019 trabajaba en la calle Freire, de Valparaíso. Los párrafos de esta crónica chorrean potencia, quiero destacar un extracto:
“Fue en abril cuando alguien preguntó por su nombre y ya no estaba, fue en ese mes cuando se desató el poder Ariano de su sangre, derritiendo las velas rojinegras de su altar, desbordando todos los santos y cada una de las figuras lujuriosas de sus rituales. Fue así como el espíritu de santa travesti se diluyó entre cadáveres moribundos por las esquinas de un continente ultrajado, donde el último aspirar de una pipa vieja, calcinó a fuego lento los delirios de su puti-historia”.
En el reconstruir también está el atestiguar la persecución jurídica que han vivido lxs putxs a lo largo de la historia de Chile. Sol Afrania, abogada por profesión y por pasión, puta de oficio y por decisión. Construye de forma detallada el artículo “La constitución política de Chile y su código civil: los proxenetas más cabrones”. Aquí, establece las normas constitucionales que impiden el reconocimiento jurídico del trabajo sexual, realizando un análisis agudo y también planteando preguntas: ¿Que exista un ordenamiento jurídico garantiza libertad y protección?
Reflexiona sobre el rol de las instituciones en el espacio del comercio sexual, y abre la discusión seria entorno a la necesidad de una reparación histórica, con base en un marco normativo que permita a lxs putxs acceder a la seguridad social, y por tanto a una jubilación. Frente a una asimetría comercial, donde los clientes cuentan con la inmunidad de la discreción y la aceptación tacita de la complicidad masculina.
La venganza: Tomar el mango
y desgarrar
Desde el texto “La tercera es la vencida” (Nico L. Atarka), el libro entra en una especie de fuerza que empuja la lectura a un espacio culmine, un clímax. Este texto es primordial para dar contraste a los diferentes relatos que le siguen. La forma en la que se construye denota crudeza y realismo que se escriben de forma ágil.
La narradora toma el mango del atacante, y nos da la satisfacción de la venganza contra la violencia que ejerce un cliente.
Esto también se siente en el escrito de Saturnalia Infinita, en “Ojalá quedemos todos sin ojos”, el cliente pasa a ser el “pueblo de Chile” que ilusoriamente cree “despertar” y abrir los ojos. Aquí la autora les grita un rotundo “¡No!”. Les dice en la cara que ojalá todos pierdan los ojos, porque es el mismo pueblo de Chile al que no le importará si una travesti muere, es el mismo pueblo de Chile que la volverá a matar.
Los tres últimos escritos decantan y nos acercan de manera clara al final del libro, pero no por ello, se pierde la potencia de sus palabras. Al contrario, textos como “Lo maraco no quita los prostituto” de Josecarlo Enríquez y “Traficando placeres” de Noelia de Shalá, comparten profundas reflexiones sobre los roles que se constituyen en las propias dinámicas del sexo, y la relación de la virtualidad con la esclavitud laboral bajo la dinámica de la pantalla. Develan el devenir de las múltiples vivencias que constituyen el trabajo sexual, y que sin duda, construyen un imaginario puteril desde la escritura de la carne.