In memoriam: Anaís Luâ, la poeta del viento

Una conversación con su madre, América Janequeo   



Por Juana Balcázar  2023 



“En la rabia no hay tiempo para pensar. Abro la puerta y escucho: aquí suena la vergüenza. Y te lo digo, defiéndete.”




Anaís Luâ fue y es poeta, es, porque sus escritos siguen como una latencia, esperando volver a ver la luz y a compartirse como lo fue en vida, en sus múltiples intervenciones y participación política. Este es un intento de mantener la memoria de uno de los nombres más relevantes de la poesía coquimbana contemporánea. Y la conversación con su madre, la también artista América Janequeo, una forma de conmemorar su vida y obra, entender sus últimos momentos, y defenderse, la oportunidad que dice su madre, nunca le dieron.

Hay naturaleza en Anaís, una sensibilidad que se debe a su entendimiento como mujer diaguita, y también tal vez, a su madre de palabra, la poeta Susana Moya, con la que compartieron historias que constituyeron su infancia. Fue solista de la Orquesta Sinfónica de La Serena a temprana edad, tocaba el violonchelo y según América:

“fue un amor intenso, se comunicaba muy bien con el instrumento y tenía una habilidad que le permitió tocar dos conciertos solistas”.



Anaís nació en Coquimbo el año 1999 y se crio en La Serena, estuvo en contacto con los libros desde muy temprana edad. No conforme con la palabra escrita, desde pequeña le gustaba tener conversaciones con personas adultas que les contaran su vida, una de esas personas, su abuelo: “Mi papá es muy buen relator, entonces le gustaba que él le contara cuentos e historias de cuando era niño”.  

Con una complicidad de madre e hija, juntas se sentaban a construir versos cuando tenía apenas cuatro años, “yo le decía una palabra y ella hacía una rima”. Anaís o Anaisita como la recuerda con cariño su madre, jugaba también a inventar palabras: “Una chaqueta rosada podía ser una rosqueta”, comentó América.

¿Cuándo empezó a construir sus primeros poemas?

“Un día llego y dijo: ‘Estoy escribiendo un libro’. Tenía como 14 años y estaba en primero medio. Luego llegó una profesora al colegio que se dio cuenta que escribía, su nombre es Tamara Gómez, comenzó en ese momento a trabajar con ella y a potenciarse. Creo que desde pequeña se nutrió de lo que vivía en nuestra casa, mi mamá es compositora de canciones, mi hermana escribe poesía y es fagotista, mi papá escribía pequeñas bitácoras y yo escribo décimas”.


¿Qué significaba el chelo para ella?

“Ella tenía un vínculo muy fuerte con el instrumento, lograba comunicarse y emocionar a la gente. Pero llegó un momento en el que entró a estudiar música y se enemistó con el chelo. Esto era paralelo a la escritura, terminó este libro en su adolescencia con otra profesora, Paola Chávez, que llegó al tiempo después de Tamara. Ese libro lo editaron, lo revisaron, pero no tenía mucha confianza. Sí le tenía mucho respeto y cariño, porque le enseñó muchas cosas. Y ahí empezó a tener esa disyuntiva entre la música y la escritura”.

Durante esa disyuntiva, ¿Tenías un acercamiento a lo que ella creaba?

“Ella me mostraba sus cosas. Dejó la carrera de música para estudiar pedagogía y en ese momento entendí que era algo serio. Y en nuestra relación muy cómplice, le dije que dejara todo botado y que se preparara para irse a estudiar a Santiago”.

Previo a salir de la enseñanza media, Luâ ya trabajaba arduamente en su poesía viajando a la capital para tomar cursos de verano, donde conoció al profesor Óscar Saavedra, con el cual forjó una amistad y un compañerismo que la tuvieron trabajando muchos años más.

¿En ese momento es cuando se acerca al feminismo?

“Sí, como a los 17 años ya se acerca a eso. Anaís era contestataria, bien rebelde y le gustaba manifestar su rebeldía. Era algo que conversábamos mucho, porque yo le decía que para ser rebelde tenía que ser mucho más inteligente que el sistema al cual ella se quería revelar. Pero era parte de su ser, mis padres fueron entidades políticas en dictadura y yo fui presidenta del centro de estudiantes de mi universidad.

“Ella cargaba con cierto activismo político y se encontró con el feminismo”.



¿Qué planes tenía Anaís en Santiago?

“Primero llegó a estudiar pedagogía, estaba trabajando con Óscar, y con la Carnicería Punk, un grupo de poetas que se juntaban en Santiago y hacían actividades y talleres de literatura en poblaciones. Pero la pedagogía no le gustó, y entre paros y manifestaciones y luego el estallido social, decide cambiarse de universidad y estudiar literatura de frentón”.

La escritura de Luâ, también se caracteriza por exponer los principales dolores que como ser humano la rodeaban, y a los cuales presentaba sin tapujos. Uno de ellos era el desorden alimenticio, del que queda un poemario que su madre todavía no abre. “Hay un poemario que no, no lo hemos abierto todavía. No sé si eso sea prudente de compartirlo aún. Se llama Flaca de mierda, y contiene poemas como Escabrosa anorexia”.

¿Qué otros dolores o motivaciones crees que impulsaron la poesía de Anaís?

“La Anaisita tenía esa nubecita melancólica que tienen los poetas, cierta sensibilidad de encontrarse con la naturaleza. Era muy sensible con muchas cosas, y cualquier situación le podía provocar escribir algo. Para ella era muy importante ser diaguita y ponerlo en su currículum: Poeta coquimbana y diaguita. También en nuestra casa, había cierto culto hacia el indigenismo, para nosotras ese era nuestro patriarcado, el colonialismo, y de ahí venía su ímpetu más allá del acercamiento al feminismo”.


Susana Moya parece ser una de las figuras de referencia en Anaís Luâ, ¿Cuál era su relación con ella? 

“Es que la Susana fue mi mamá también. Ella iba a nuestra casa, era una tía abuela por decirlo de alguna manera. Cuando yo nací viví un año en la casa de ella con mis papás, era parte de la familia”.

De aquello América recuerda una anécdota: “La Anaís se ponía muy contenta porque le gustaba mucho conversar, y la Susana contaba historias y era muy entretenida. Un día estábamos dentro de la casa, la Anaisita debe haber tenido unos seis años. Cuando la Susana en su andar, entra al pasaje donde vivíamos con su cojera y pelito crespo. Entonces la Anais la vio llegar y le gritó: ¡Viene la rubia! ¡Viene la rubia! La Susana la escuchó de afuera y se cagó de la risa, nos reímos todas. Nunca supimos por qué le dijo así. Pero para nuestra intimidad, la Susana pasó a ser ‘la rubia’, aunque no tenía nada de rubia”.

Conociendo todo esto ¿Qué significó para todos ustedes su figura?

“Había un vínculo más allá de conocer a la poeta, para nosotros era la Susana Moya amiga, era la persona que me había tomado en brazos, que estaba siempre ahí, que llegaba y contaba cuentos, ese era el vínculo que teníamos.

“Y yo sé, que de alguna manera, Susana fue la profesora- mamá-escritora de Anaís Luâ”.



Los últimos años de la poeta


Anaís muere en un accidente de tránsito en enero de 2021, iba con su bicicleta por Avenida Balmaceda, esquina Los Arrecifes, en La Serena, cuando fue impactada por un vehículo particular que iba a exceso de velocidad, falleciendo al instante. Previo a este hecho, sus últimos años de vida estuvieron marcados por diferentes acontecimientos que su madre comentó, necesitan esclarecerse y tener un espacio de justicia.

Entre los momentos álgidos previos a su muerte, es cuando viene la situación de la funa, ¿Qué es lo que te expresa personalmente Anaís respecto a este tema?

“Ella decide salir de la universidad, porque a ella la amenazan. Esto sucede un 6 de diciembre del 2019 y ella muere el 23 de enero del 2021. Su último año de vida fue bajo esa circunstancia, y todos sus espacios se cierran, incluso para estudiar”.

Desde ese momento, según América, devienen una serie de situaciones que cataloga como un “acoso indiscriminado”, donde no hubo ninguna instancia de juicio para realmente darle la posibilidad de defenderse a Anaís. Y donde estableció que: 

“fue su mismo círculo feminista el que le dio la espalda”.



¿Cómo se desarrolló el proceso posterior a la publicación de la funa?

“Mi hija fue víctima de acoso. Una mujer publicó en redes sociales una historia descabellada sobre Anaís Luâ y miles lo creyeron de inmediato. El feminismo de La Serena y sus compañeras le dieron la espalda, colectivas feministas justificaron violentos protocolos para funar por internet y espacios como Casa Roja le cerró las puertas, mientras la colectiva Olla Revuelta compartió comunicados. Nadie nunca se hizo cargo del daño que generó y mi hija se murió. Es muy triste recordarlo, pero es parte de su vida y no se ha instalado un lugar de escuchar la posición de Anaís. Ella dejó una carta que estaba dentro de sus anotaciones, ahí expresa claramente que debió haberse muerto en ese momento para que los demás comprendieran el daño que le habían hecho, y habla de lo rota que la dejaron”.

¿Pudiste conversar con la autora de la publicación?

“Sí, después que murió Anaís. Ahí me contó todo y terminé de armar el rompecabezas. Ambas estaban muy heridas y efectivamente tenían una relación muy tóxica. No revelaré nombre ni detalles, porque la voy a cuidar. Pero me explicó cómo se sentía, y cómo luego de que publicaron la funa, la dejaron sola. Tanto es así que ella se tuvo que ir de la ciudad ya que también sufrió agresiones, porque se sentía muy mal consigo misma, y hubo un círculo de personas que le dijo que debería estar contenta, porque mi hija había muerto”.

¿Cuál fue tu respuesta a todo lo que te contó?

“Yo sí quería que ella estuviera bien y que se mejorara, que tuviera relaciones sanas. Mi hija ya no estaba, pero de todo corazón y de haber compartido con ella, quería que estuviera bien.

“Entendí que también la habían dejado sola y que igualmente había sido víctima de esto”.



A esta situación y a la posterior muerte de Anaís, su madre comentó cómo se sintió pasada a llevar luego de establecer públicamente que no se ocuparan escritos de la poeta. Para luego darse cuenta que varios de sus poemas se ocuparon en marchas del 8M en Santiago por parte de sus cercanas: “Luego de hablar con ellas me manifestaron que ‘no podían con su dolor’, esa fue la reacción de ellas a la mamá de la Anaís”.

El nombre de Anaís Luâ sigue latente en variados espacios, y a pesar de los diferentes hechos ocurridos en sus últimos años de vida, seguía con la idea de estudiar literatura, logrando inscribirse en la universidad. Además, antes de su muerte la poeta coquimbana estuvo trabajando de forma periódica con diferentes escritoras tanto de Bolivia, Argentina y México:

“En el verano del 2019, ella fue a un encuentro de poesía joven en Bolivia, ahí mujeres más grandes quisieron trabajar con ella. Entre ellas estaban las poetas Lilia Parisi, Sabrina Usach, Aketzali Moreno e Indira Torres. Logró hacer un grupo con el que comenzó a trabajar en conjunto. Yo creo, no sé, la existencia me dice y las cosas que están escritas de la Anaís… que ella sabía que se iba a morir. Un día me dijo: ‘Estoy escribiendo un libro que creo no voy a terminar, algo me va a pasar porque estoy escribiendo mucho’”.

Durante la entrevista has comentado variados libros y escritos de Anaís ¿Cuál es el estado actual de todo ese material?

“Quedaron muchas cosas sin terminar, ella manifiesta que hay un libro. En este momento sus cosas están guardadas en una caja fuerte y el material quedó también guardado en su computador. Actualmente estamos viendo con la abogada qué quedó inscrito, y en qué situación legal están los escritos que pertenecen a antologías, o desperdigados en internet. Yo no he querido sacar nada del computador hasta no saber exactamente cómo es que tenemos que inscribir esa obra”.

¿En algún momento tienes pensado publicar parte de lo que está ahí?

“Todo, tengo pensado publicar todo. Es un patrimonio inmaterial lo que tenemos de ella. Pero hay que pasar por todas las instancias legales que permitan resguardar ese trabajo. Hay que pensar si se hace un compilado de todos los poemarios, o si se sacan por separado. También viene un proceso de edición, y en ese sentido Oscar Saavedra, con quien compartió y trabajó, está súper dispuesto a editar sus textos. Hay gente que está esperando para publicar aquí, para publicar en Argentina y en México”.  

América Janequeo, su madre, cataloga lo sucedido en los últimos años de vida de su hija como un “ensañamiento indiscriminado”, donde existen personas y organizaciones que aún no se hacen cargo de la difusión irresponsable de lo ocurrido. A pesar de ello, la existencia de Anaís Luâ como poeta sigue latente, y esperando a que sus escritos vuelvan a ver la luz en Chile, y esta vez, al parecer, por diferentes lugares de Latinoamérica. Reafirmando que incluso después de la muerte, la memoria de esta joven poeta coquimbana seguirá rondando como el viento que la vio nacer. 



Fotografía: cedida
Revista Larus
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