Teresa Calderón:“La realidad nos muestra que algunos chilenos no quieren tener memoria”



Fotografía: Memoria chilena


Por Juana Balcázar  2023


Fue la primera mujer en recibir el Premio Pablo Neruda de Poesía, Teresa Calderón nació en La Serena el 30 de marzo de 1955, ciudad que guarda la nostalgia de su infancia, y de la cual siente fue desterrada, para llegar a un Santiago gris, que no terminó de gustarle hasta que entró a la Universidad Católica, donde estudió pedagogía en castellano. Ahí, el encuentro definitivo con la poesía, en el taller que impartía su padre, el también escritor Alfonso Calderón junto a Roque Esteban Scarpa. Hoy, nos cuenta de su madre, de la poesía en la leche materna, y de libros, palabras que han encaminado su vida entera. 


Entre las imágenes de su infancia están el tesoro de Guayacán y las monedas de chocolate con las que su madre inventaba juegos. Cuando era pequeña, nada de muñecas, lo que recibía eran libros, siempre adelantados a su edad.


“Mi papá trataba de ir más adelante de lo que debíamos leer. Mi mamá fue la que nos apasionó, y en su leche bebimos poesía”. 



“Junto a mis hermanos nos criamos en una casa maravillosa en Larraín alcalde 1187, cerca del mercado de La Serena”. Así parte Teresa, hija de un profesor de castellano que se enamoró de una alumna, y con la cual se casó. Su familia materna viene del pueblo de Domeyko, en la Región de Atacama: “los hombres se fueron internos al Seminario Conciliar y las mujeres al Sagrado Corazón de La Serena”.

Ahí su madre se convirtió en una lectora fanática, pasando sus días en la biblioteca del colegio.

“Mi madre fue educada para cuidar al marido, ser callada y silenciosa. Pero ella toda la vida se rebeló contra eso y se la jugó para que ninguna de nosotras fuéramos a cometer tamaña fechoría de convertirnos en una mujer objeto”.

Calderón recuerda a su madre como una gran narradora oral, quien sabía poemas de memoria: “sobre todo los de Rubén Darío”. Y recitaba versos mientras cocinaba o caminaba por la casa: “nosotras creíamos que ella había inventado esos poemas. Cuando muchas personas me dicen que el mérito es mi papá, yo siempre aclaro que en realidad fue mi mamá, ya que era una tremenda narradora oral. Mi padre nos enseñó la disciplina y el hacernos cargo de lo que escribíamos”.


¿Qué es lo que la liga a este territorio, aparte de haber nacido acá?

“Yo amo demasiado mi tierra, pero a la vez me siento exiliada de La Serena. Nuestros padres decidieron de un día para otro que nos teníamos que ir porque la salud de mi mamá era precaria. Nadie nos preparó y llegamos a la casa de un tío cerca del metro Santa Isabel en Santiago. Sentí mucha pena, ya no estaba el árbol de cerezo donde me subía y podía ver el mar. Para mí es tan infinita la nostalgia por mi Serena, por las idas a Coquimbo a cortarnos el pelo”.

“Santiago nunca logró seducirme en nada, hasta la universidad que ya no me quedó otra”.




Justamente fue en la capital donde comienza a escribir poesía, algo que cataloga como una casualidad. “Mi papá dirigía el taller de poesía en la universidad junto a Roque Esteban Scarpa. Me dijo un día: ‘¿por qué no vas al taller?’, y yo le dije: ‘porque no soy poeta’. Entonces me respondió: ‘no se trata de eso, se trata de que puedas conocer lo que escriben jóvenes de tu edad’. Finalmente fui y empecé a escribir poesía”.


Desde ese momento le sucedieron sus primeros libros y premios, publica Causas perdidas en 1984, Género femenino en 1989, su segundo libro de poemas, y en 1992 fue la primera mujer en recibir el Premio Pablo Neruda de Poesía. Luego vendrían Imágenes rotas (1995), Aplausos para la memoria (1998) y la antología No me arrepiento de nada de 1999.



        Imágenes: Memoria chilena 



Teresa, en tu poemario Aplausos para la memoria se recorre lo existencial ¿Cómo fue la construcción de este poemario?

“Tal vez fue el experimento donde yo dejé correr la prosa y la poesía juntas, ahí conté historias. Fue hacerme cargo que ya estábamos terminando el siglo y el milenio, y eso era feroz. Y siempre las tres grandes preguntas del ser humano, quién soy, de dónde vengo y a dónde voy. Uno no busca respuesta, pero trata de seguir preguntando la pregunta cuando se escribe poesía”.


    Imagen: Memoria chilena




Escribir en un Chile en dictadura



En el poema “La voz de los ochenta”, nombras a poetas que representan una época, y que son referentes de la poesía chilena contemporánea. ¿Cómo fue para ti, escribir en ese Chile?

“Todos los poetas que nombro son mis amigos, y son poetas a los que yo admiro. Con Tomás Harris y Lila Calderón, mi hermana, hicimos una antología de la poesía chilena. Para el día del lanzamiento, que fue en la Biblioteca Nacional, se me ocurrió unir el primer verso del primer poema de cada uno de los poetas y los fui anotando en el computador, así también con los últimos versos. Fue como un cadáver exquisito. Nicanor Parra presentó el libro diciendo: ‘voy a pasar la lista’, cada poeta gritó: ‘¡presente profesor!’, fue todo muy hermoso, porque era la primera vez que se hacía una antología de nuestra época, la que estábamos viviendo”.

“Y después Nicanor me dijo: ‘usted siempre fue una anti poeta, y su presentación fue el mejor anti poema’”.




 


Parece ser que la memoria, ya sea personal o colectiva, es fundamental para la escritura ¿Chile tiene memoria Teresa?

“Desgraciadamente la realidad nos muestra que algunos chilenos no quieren tener memoria, quieren olvidar, bloquear el recuerdo y la memoria del horror. Ahora que se conmemoran los 50 años del golpe, me duele mucho ver que hay gente que niega todo lo que ocurrió, cuando hay miles de testimonios. Todos sabemos que Pinochet fue despiadado. Tenemos que conservar la memoria y hacerla entrar en la historia y en la vida de los que no quieren recordarlo. Contra la democracia la única lucha es más democracia, la dictadura es inviable”.


El año 2000 debutó en la narrativa con el volumen de cuentos Vida de perras, algo que ya venía trabajando desde 1998 en Aplausos para la memoria, con el texto Anuario 1972. “Escribía historias que yo había vivido, o que mi mamá me había contado de los abuelos y empecé a trabajar los cuentos”. Luego de enviar el manuscrito a múltiples editoriales y recibir negativas porque “el cuento no era un género que interesara a los lectores”. Conversó con Marcela Gatica, directora del área de edición de Alfaguara, quien publicó el libro.


En el momento de esta conversación, Calderón estaba en la librería de Georgina Ramírez, editora de La Parada Poética editorial, para entregar su libro recién publicado llamado “Eros: poemas de amor y otros lugares comunes”.

En paralelo, Calderón está trabajando el libro “Toque de queda”, poemas que escribió su padre en septiembre de 1973 y que estuvieron guardados durante 50 años. Si bien dice no saber qué será lo próximo que escribirá, la poeta se encuentra musicalizando algunos de sus poemas junto al también poeta y cantautor Carlos Smiths, prontos a materializarse en un CD que será grabado en septiembre.

Teresa Calderón transita a través de su vasta carrera todo el espectro humano, las interrogantes más profundas y los dolores y cuestionamientos más vitales de una mujer que atraviesa milenios y siglos. Y que hoy se encuentra más activa que nunca.

“Este año me ha tocado un libro tras otro, hartos viajes y presentaciones, y mi taller de autobiografía, donde mis alumnas ya están publicando sus libros”.


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