En el silencio de las cosas
Una introducción al primer poemario del argentino Ignacio Zacarías
2025
Nacido en Lanús, Argentina, en el año 1996. Ignacio Zacarías, licenciado en arte audiovisual, docente y editor audiovisual. Forma parte de la antología “Ver que pasa allá afuera. Poesía 360” de Editorial Gali Arte, y autoprodujo los fanzines “Épocas de drogas duras” y “Bonitos Bomitos”.
A continuación, los tres poemas que siguen, corresponden a su primer poemario pronto a publicarse, llamado “En el silencio de las cosas”.
Distancia
La ventana de mi amiga está cerrada y yo apenas existo.
El calendario se ha detenido un día antes
de la partida.
Las cosas siguen sin que las mire,
y en cuanto las miro se desmoronan.
Mis ojos arden por el sol que golpea
en la ventana semi abierta —vuelvo la mirada.
Oigo
el silencio dentro de las cosas,
anida lo que quedó palpitando.
Mientras avanza, el espejo retrovisor
va aunando las distancias, para hacerlas
un punto alejado de mí.
Mosca
Bullen todos los objetos
dejados en la sobremesa.
En el silencio de la siesta
solo algo se escucha:
el chillido de las alas
de una mosca, que vuela
golpeando desespera,
atrapada entre las rejas
y el cristal.
Sombra de la higuera
Como de un corazón entumecido, arranco
la mitad de un higo podrido —mi pecho
queda manchando por el acto—.
Extraído de cuajo, el otro pedazo sigue
colgando deshilachado —late rápido
mi corazón bajo este sol—. Lo miro,
esperando que algún insecto lo devore.
Con esa especie de esperanza que se tiene
a veces, después de un acto impulsivo
y necesario —siento una punzada—.
Abierto por dentro, observo —en mi frente,
el sol furioso fulgura— todo teñido de rojo
y lleno de semillas. Pienso en cada una
de las futuras frutas que aun alberga
—otra punzada en el tórax—.
Al tocarme el pecho me mancho más, se esparce
el jugo. En mis manos chorrea —bulle
mi sangre— de la mitad podrida, sus semillas
miro también: esos frutos que ya no serán. ¿Y ahora qué?
—me aturden mis latidos— ¿qué debo hacer?
—trato de calmarme,
lento respiro—. Busco información
para saber qué hacer, leo. Digo: es una flor
invertida, que crece con la piel expuesta.
La poliniza una avispa nacida de otro higo,
y en el acto fallece, esa es la respuesta.
—siento la arritmia—.
Ahora que ya se —me quema el sol— ¿Que haré
con mis dos mitades? colmadas de semillas,
—mis latidos se aceleran— fruto de la entrega
hecha por una avispa. En la higuera busco alguna,
en el cielo, —mi respiración se agita— bajo el sol
me ciego —tambaleo— y no encuentro nada.
—me mantengo—. Abierto a la mitad, —vulnerable—
con el centro desnudo, perdiendo jugo, —aturdido
por el calor— sin avispas a la vista, —una picazón
dentro arde— sin otra alternativa, —últimos latidos
de mi corazón— dejo caer las dos mitades…