Cassandra 



Por E. N. Díaz - 2024  





Lunes 23 de septiembre de 1991




¿Qué es esto?


Una carta que escribí

(estoy escribiendo)

para que encuentres después de que tu hermano

me asesine.



¿Es un chiste?


No lo es.

Estamos a 3 de noviembre de 2015,

y mi funeral fue hace dos semanas.

Cuerpo ausente. El daño fue demasiado extenso.

En su arranque, tu hermano casi me decapita.

No hubo manera de volver mi muerte

presentable.



Esto es un chiste.


No lo es.

Ya lo verás.



Dejaré de leer.


No lo hiciste.



¿Cómo es posible?


Una página en blanco

no respeta la construcción lineal del tiempo.



Parece como si estuviéramos mensajeándonos.


Así es. Y también estamos solas

                             en mi habitación

                            separadas por los

                                                                                 años. 




Y tú estás controlando la conversación.


¿Eso crees?



Ya no estás.

Lo sé.



Fuiste asesinada.


Lo fui. Lo seré.



¿Sabías que iba a hacerlo?


Antes de cargarlo por primera vez,

sentí cómo me apuñalaba. 





¿Por qué lo dejaste?

Sabías que iba a matarte

y aun así desplegaste la alfombra púrpura para recibirlo

                                                                               como a un rey,

                                                                              como a un dios.





Es mi hijo. No podía abandonarlo a su suerte.

Pudiste haber evitado que esto sucediera.


Me fue imposible.




¿Por qué?

Pudiste haber elegido no tenerlo,

no criarlo. Regalárselo a alguien más.

A quien sea.



Pregunta a tus abuelos.

Eso no hubiera funcionado.




¡¿Por qué?!


Porque

para elegir algo distinto a lo que soy

tendría que estar ciega a mi destino.

Cegada a mi destino,

sólo puedo elegir lo que soy.



No lo entiendo.


Sí lo entiendes.

Sólo estás molesta.



Molesta.


¿Me equivoco?



Estoy furiosa.


Estás herida.



Lo odio.


Yo sé que lo odias.



No lo voy a perdonar. Nunca.


No tienes que hacerlo.



¿Tú lo perdonaste?


Sólo pudo elegir lo que es.



Pudo haber cambiado. 


Tal vez.

Pero no lo hizo.



¿Por qué lo defiendes?

¿Por qué lo justificas?

¡Por qué no quieres castigarlo!



¿Por qué buscas castigarte?



¡Nunca cambió!


Dilo.



No quiero culparte.


Ya me culpas.



Pudiste haberlo hecho cambiar, mamá.


¿Y desintegrar a mi único hijo?



Me abandonaste.


Y lo he lamentado toda mi vida.



Sólo quedan dos preguntas.


Así es.



¿Recordé decirte que te amo?


¿Acaso ya olvidaste   nuestra despedida

años atrás

en el lago?




No quiero que te vayas.


Mi amor,

yo ya no estoy aquí.


Casandra Alejandrina Ríos








E. N. Díaz (México, 1995) 


Es poeta y cuentista. Sus textos han aparecido en las revistas BULL Magazine, Letralia Tierra de Letras, Babab, The Café Irreal, Clarkesworld Magazine, The Magazine of Fantasy & Science Fiction y en Jóvenes en la Revista de la Universidad Nacional Autónoma de México.
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