Jardín Mágico
Por Daniela Jara
Siempre para las fechas más importantes, mi padre llegaba con un ramo de flores a casa para mi madre, ella amaba las flores y sembró en mí este amor.
Diariamente teníamos que caminar muy lejos, hasta el centro del pueblo, donde mi madre y yo vendíamos nuestras grandes tortillas de rescoldo, preparadas en la madrugada con las cenizas que iban quedando, mientras ella hacía la comida, la cual, al volver a casa, era la recompensa de un gran día de arduo trabajo.
Mi padre había muerto ya hace dos años, justo cuando caían las hojas de los árboles. Yo había cumplido doce, un mes antes de su partida, así que teníamos que sobrevivir de las ventas de tortillas. Estábamos muchas horas en la plaza del pueblo y, cada cierto rato, mi mamá me daba permiso para distraerme. Yo corría por todo el pueblo, saltaba y reía, pero lo que más amaba, era ver las plantas de las casitas. Algunas señoras, que estaban en el jardín, amablemente me decían los nombres y cuando tenía mucha suerte me regalaban una patilla. De vuelta donde mi madre, le mostraba los nuevos tesoros.
Jazmín es mi nombre, mi madre siempre me contaba que era una de sus flores predilectas de su pueblo natal, sobre todo por las fragancias que desprendían durante los tibios atardeceres de primavera, un aroma intensamente dulce. Cuando nací y me puso contra su pecho, sintió el regocijo que sentía al oler los bellos jazmines en su niñez.
Un día me fijé que había una muralla de plantas que no había visto antes, caminé para ver más de cerca. Robustas enredaderas con hermosas y frondosas hojas verdes, brillantes como esmeraldas, con forma semejante a corazones donde pude apreciar cada una de sus diminutas flores con un color rojo vibrante, semejantes a preciosos rubíes.
Un sin fin de abejas, abejorros y distintos tipos de mariposas, se deleitaban con el más fino banquete, ¿Era un sueño acaso? Me pregunté al empezar a sentir un aroma más dulce que jamás había sentido antes. ¿Será este el aroma del maravilloso jazmín? ¡Ese delicado, pero intenso aroma a néctar de los dioses!
Fascinada, empecé a rondar la casa, curioseando las plantas y flores, de pronto se cruza frente a mí una ancianita, con cara muy gentil y me dice:
—Muchachita ¿Serías tan amable de ayudar a esta pobre anciana? Necesito sacar agua del pozo, estoy cada día más débil y cansada, ya no puedo cuidar de mi amado jardín. La miré y pensé: esta pobre anciana, se las tiene que arreglar solita para cuidar este gran lugar, así que sin pensar
mucho más, le dije que sí.
—Dígame. ¿Dónde está la noria?
—Ven querida, camina junto a mí.
Entramos por el umbral a su jardín, dando unos cuantos pasos junto a ella hasta que me detuve, estaba totalmente asombrada, todo se veía mucho más grande de lo que había dimensionado desde afuera, un inimaginable paraíso ante mis ojos, tan hermoso, plantas increíblemente altas, de colores y formas que nunca antes vi. Incluso las aves y los insectos eran majestuosos, no podía creer todo lo que veía, creí observar que algunas flores estaban bailando, quizás es el viento.
—Jovencita —la escuche decir, a unos cuantos pasos más adelante, señalando con sus frágiles manos.
—Mira, en ese rincón está la noria, mientras tú sacas agua, yo tomaré un pequeño descanso, me cobijare acá en mi árbol.
Primero empecé a regar las plantas que se veían más secas y marchitas, se escuchaba un susurro melódico cada vez que vertía el agua, era extraño, pensé, eran ruidos que venían de afuera, pero eran como melodías, que se activaban cada vez que derramaba el agua en las plantas.
De pronto me di cuenta, que el agua empezaba a rendir más de lo que esperaba, miré el balde y quedé asombrada, el agua no bajaba. ¿Cómo podía ser posible, si yo ya había regado muchas plantas?
Confundida, agregué lentamente agua en otra planta, con mucho sigilo para ver qué ocurría y en eso escuché claramente la melodía, ésta decía: “Gracias hermosa niña”, con varios tipos de voces.
Deslumbrada con lo que ocurría, giré mi cabeza lentamente hacia la anciana, ella se había quedado dormida; de pronto una flor se posó en mi cabeza, mientras escuchaba: “Por fin llegaste, tanto te esperamos”.
—¿Esto es un sueño?
—No
—¿Cómo es que puedes hablar?
—Porque solo las personas como tú pueden vernos y escucharnos.
—¿Cómo yo?
—Sí, personas que tienen un gran corazón.
—¿Qué lugar es este, entonces?
—Es el jardín mágico, nuestra guardiana te ha estado esperando por muchos años.
Miré a la anciana, la cual ahora estaba despierta, se levantó y empezó a caminar hacia mí, mientras una luz brillante emanaba de su cuerpo.
—Eres la indicada, hace tiempo que te vi, solo quería estar segura que eras tú, Jazmín.
Su forma cambió, ya no se veía como una persona, de pronto su figura solo era una luz tan cálida, que me sentí confortada, tanto como cuando mi madre me abrazaba por las noches antes de dormir.
Estaba asombrada, me intrigó mucho quién era ella realmente. ¿Será un ángel o un hada? ¿¡Podría ser una bruja!? Me armé de valor y le pregunté:
—¿Qué eres? ¿Cómo te llamas?
Una delicada y melodiosa voz, emergió diciendo:
—Me puedes llamar Luna. En esencia soy parte de la luz de luna, deseaba tanto disfrutar del placer de estar entre las hermosas plantas y flores de tu planeta que cuando un día, el débil reflejo fragmentado de mi luz pasó por un difuminado arcoíris a punto de desaparecer, tocó el capullo de una flor muy especial, la cual me dio vida; pero no puedo mantener la forma humana siempre y cada siglo que pasa se me hace más difícil. Por eso empecé a buscar a alguien de buen corazón, que amara la naturaleza tanto como yo, para poder darle las llaves de este lugar tan preciado para mí.
—Pero señora Luna, yo soy solo una niña, vivo con mi madre y ella se preocupará por mí, yo no puedo demorarme mucho.
Esta vez tomó la forma humana de una hermosa mujer, con un gran vestido blanco, el cual flameaba con el viento. Posó su mano pálida y fría sobre mi cabeza, diciendo:
—No es algo por lo que te tengas que preocupar, querida mía, al entrar a mi jardín mágico, podrás estar horas en él, mientras que para los demás en la tierra serán solo fracciones de minutos, así podrás estar todo el tiempo que quieras, sin que tu madre se preocupe por ti.
Mientras me decía esto, las plantas, se empezaron a sacudir y estirar, estaban felices de haber comido, entonando hermosas melodías con acordes increíbles, los cuales nunca había escuchado.
—Mira pequeña, qué felices están todas, lamentablemente la magia que me queda solo funciona con las plantas y el tiempo, mi forma física es delicada. Últimamente intentaba tomar el balde y este quedaba en el mismo sitio, me estoy debilitando.
Ya habían pasado varias horas, así que le dije que me tenía que ir, pero con la promesa de que volvería todos los días.
Salí del jardín y, como dijo la señora Luna, en realidad solo eran segundos, fui corriendo donde mi madre y la abracé fuertemente.
—Te amo, Jazmín ¡Te ves muy feliz!
—Sí mamita, pude ver muchas flores, de muchos
tipos.
Ella me mostró una gran sonrisa, y luego gritó:
¡Tortillas! ¡De rescoldo las tortillas!
Llegó la noche, ya habíamos comido y me fui rápidamente a acostar, miré por la ventana y vi la gran Luna, me sentí feliz al saber que, aunque se veía sola siempre, realmente ella era muy feliz, disfrutando en su amado jardín mágico.
Recordé cada momento mientras me iba quedando dormida, me sentía muy dichosa de ser la escogida por la señora Luna. Mañana teníamos que levantarnos en la madrugada, como siempre, y luego de trabajar arduamente podría volver a visitar ese hermoso lugar.
Me levanté más temprano que mi madre, prendí el fuego para que ella pudiera cocinar apenas pusiera sus pies en la cocina. Cuando al fin lo hizo, me miró con sus grandes ojos asombrada y sonrió.
—Mi niña ya estás grande, me siento orgullosa de ser tu madre, mira qué sorpresa me tenías, sé que sabes que trabajo mucho, siempre me ayudas, eres una buena niña.
Nos fuimos a vender nuestras tortillas, por fin llegó mi hora de dar la vuelta.
—Mamá, voy a ver las plantitas, vuelvo luego.
—Ve querida, ten cuidado, no te demores mucho.
—Tú sabes que siempre lo tendré.
Estaba la señora Luna esperándome con su aspecto de anciana.
—¡Hola señora Luna!
—Hola, querida, que bueno que volviste.
—No quiero sonar irrespetuosa, pero ¿Por qué tomas la forma de una anciana?
—Es por una simple razón, querida niña, con este aspecto paso desapercibida para la gran mayoría de las personas, son muy pocos los que se preocupan por los ancianos, solo la gente de buen corazón es capaz de tener un gesto amable y mientras menos llame la atención, más tiempo podré disfrutar de mi jardín mágico.
Pensé en mi madre, ella también se estaba volviendo anciana, así que yo me tendría que esforzar mucho para que ella descansara. Entendí que mientras más años pasan, más frágil y débil te vuelves, igual que las flores que se marchitan.
Entramos al jardín, fui directo a la noria, para encargarme de las plantas que ayer no alcancé a regar, mientras escuchaba sus agradables melodías. Me tenían una sorpresa, empezaron a soltar de sus largas ramas algunas frutas. Se veían distintas a las que estaba acostumbrada a ver en el mercado. Al morderlas soltaron sus jugos en mi boca, deliciosa ambrosía, jamás había comido algo con tanta dulzura ni siquiera aquella vez que mamá preparó una deliciosa torta para celebrar mi cumpleaños, nada se le comparaba, le di las gracias a estas amables plantas por su gran agasajo.
—Estos frutos, sólo pueden ser comidos en el jardín mágico, aunque quieras sacar alguno, éste desaparecerá.
—¡Qué lástima! Son una delicia.
Tomé unos y los puse sigilosamente en mis bolsillos, quería que mi madre también pudiera disfrutar de ese increíble y mágico sabor, pero tenía razón la señora Luna, al salir miré mi bolsillo y ya no estaban.
Aunque me hubiera gustado que mi madre probara uno, seguro era mejor que la magia se quedara en el jardín, así nadie podría destruir ese hermoso lugar porque la avaricia es uno de los grandes males de la humanidad y seguro que, si por accidente encontraban una de estas frutas, acabarían hasta con el último rincón de este mágico jardín.
Una delicada y melodiosa voz, emergió diciendo:
—Me puedes llamar Luna. En esencia soy parte de la luz de luna, deseaba tanto disfrutar del placer de estar entre las hermosas plantas y flores de tu planeta que cuando un día, el débil reflejo fragmentado de mi luz pasó por un difuminado arcoíris a punto de desaparecer, tocó el capullo de una flor muy especial, la cual me dio vida; pero no puedo mantener la forma humana siempre y cada siglo que pasa se me hace más difícil. Por eso empecé a buscar a alguien de buen corazón, que amara la naturaleza tanto como yo, para poder darle las llaves de este lugar tan preciado para mí.
—Pero señora Luna, yo soy solo una niña, vivo con mi madre y ella se preocupará por mí, yo no puedo demorarme mucho.
Esta vez tomó la forma humana de una hermosa mujer, con un gran vestido blanco, el cual flameaba con el viento. Posó su mano pálida y fría sobre mi cabeza, diciendo:
—No es algo por lo que te tengas que preocupar, querida mía, al entrar a mi jardín mágico, podrás estar horas en él, mientras que para los demás en la tierra serán solo fracciones de minutos, así podrás estar todo el tiempo que quieras, sin que tu madre se preocupe por ti.
Mientras me decía esto, las plantas, se empezaron a sacudir y estirar, estaban felices de haber comido, entonando hermosas melodías con acordes increíbles, los cuales nunca había escuchado.
—Mira pequeña, qué felices están todas, lamentablemente la magia que me queda solo funciona con las plantas y el tiempo, mi forma física es delicada. Últimamente intentaba tomar el balde y este quedaba en el mismo sitio, me estoy debilitando.
Ya habían pasado varias horas, así que le dije que me tenía que ir, pero con la promesa de que volvería todos los días.
Salí del jardín y, como dijo la señora Luna, en realidad solo eran segundos, fui corriendo donde mi madre y la abracé fuertemente.
—Te amo, Jazmín ¡Te ves muy feliz!
—Sí mamita, pude ver muchas flores, de muchos
tipos.
Ella me mostró una gran sonrisa, y luego gritó:
¡Tortillas! ¡De rescoldo las tortillas!
Llegó la noche, ya habíamos comido y me fui rápidamente a acostar, miré por la ventana y vi la gran Luna, me sentí feliz al saber que, aunque se veía sola siempre, realmente ella era muy feliz, disfrutando en su amado jardín mágico.
Recordé cada momento mientras me iba quedando dormida, me sentía muy dichosa de ser la escogida por la señora Luna. Mañana teníamos que levantarnos en la madrugada, como siempre, y luego de trabajar arduamente podría volver a visitar ese hermoso lugar.
Me levanté más temprano que mi madre, prendí el fuego para que ella pudiera cocinar apenas pusiera sus pies en la cocina. Cuando al fin lo hizo, me miró con sus grandes ojos asombrada y sonrió.
—Mi niña ya estás grande, me siento orgullosa de ser tu madre, mira qué sorpresa me tenías, sé que sabes que trabajo mucho, siempre me ayudas, eres una buena niña.
Nos fuimos a vender nuestras tortillas, por fin llegó mi hora de dar la vuelta.
—Mamá, voy a ver las plantitas, vuelvo luego.
—Ve querida, ten cuidado, no te demores mucho.
—Tú sabes que siempre lo tendré.
Estaba la señora Luna esperándome con su aspecto de anciana.
—¡Hola señora Luna!
—Hola, querida, que bueno que volviste.
—No quiero sonar irrespetuosa, pero ¿Por qué tomas la forma de una anciana?
—Es por una simple razón, querida niña, con este aspecto paso desapercibida para la gran mayoría de las personas, son muy pocos los que se preocupan por los ancianos, solo la gente de buen corazón es capaz de tener un gesto amable y mientras menos llame la atención, más tiempo podré disfrutar de mi jardín mágico.
Pensé en mi madre, ella también se estaba volviendo anciana, así que yo me tendría que esforzar mucho para que ella descansara. Entendí que mientras más años pasan, más frágil y débil te vuelves, igual que las flores que se marchitan.
Entramos al jardín, fui directo a la noria, para encargarme de las plantas que ayer no alcancé a regar, mientras escuchaba sus agradables melodías. Me tenían una sorpresa, empezaron a soltar de sus largas ramas algunas frutas. Se veían distintas a las que estaba acostumbrada a ver en el mercado. Al morderlas soltaron sus jugos en mi boca, deliciosa ambrosía, jamás había comido algo con tanta dulzura ni siquiera aquella vez que mamá preparó una deliciosa torta para celebrar mi cumpleaños, nada se le comparaba, le di las gracias a estas amables plantas por su gran agasajo.
—Estos frutos, sólo pueden ser comidos en el jardín mágico, aunque quieras sacar alguno, éste desaparecerá.
—¡Qué lástima! Son una delicia.
Tomé unos y los puse sigilosamente en mis bolsillos, quería que mi madre también pudiera disfrutar de ese increíble y mágico sabor, pero tenía razón la señora Luna, al salir miré mi bolsillo y ya no estaban.
Aunque me hubiera gustado que mi madre probara uno, seguro era mejor que la magia se quedara en el jardín, así nadie podría destruir ese hermoso lugar porque la avaricia es uno de los grandes males de la humanidad y seguro que, si por accidente encontraban una de estas frutas, acabarían hasta con el último rincón de este mágico jardín.