Soldado de Cristo 


Por (M) Marcela Balcázar Lazo 


Suena el teléfono y salto de la cama, es mi supervisor informando un nuevo hallazgo en un caso que sigo hace un tiempo. Me visto con lo primero que encuentro y manejo rápido por la carretera, lo bueno de salir de madrugada es que casi no hay vehículos en la calle.

Ingreso a la casa donde encontraron a nuestro hombre sin vida, hay muchos signos extraños en las paredes, casi como un rito satánico. Jhon era nuestro mejor informante y tenía una relación cercana con el sacerdote del clan “Soldados de Cristo”.

El clan está siendo investigado por trata de blancas, ritos fuera de norma y por unos casos atroces con niños que no puedo ni describir. No tenemos nombres, no tenemos pruebas, no tenemos nada. Jhon había quedado de darnos un poco más de información hace un mes, sin embargo, desapareció del mapa justo después que nos envió una foto del sacerdote. Buscamos la forma de extraerlo de donde estaba, pero este tipo de secta se mueve rápido, más rápido que nosotros al parecer.

Registramos toda su casa y, hasta hoy, lo único nuevo que encontramos –aparte de su cuerpo–, fue un cuadro donde aparece con el sacerdote. En la foto se puede apreciar a ambos sonriendo y mostrando orgullosos sus antebrazos, marcados por el mismo signo que vimos en las paredes. Lo tomo con cuidado y descubro que justo detrás de la foto hay una tarjeta de memoria externa, como la de los celulares, la despego del cuadro y me la llevo a la oficina.

Procedo a prepararme un café y sentarme a revisar cada carpeta de la memoria, que para mi sorpresa está  encriptada. Voy eliminando barreras, pero siento que no llego a ningún lado. Cuando, de pronto, una solitaria carpeta de casi 34 gigas de memoria.

La abro y en el mismo instante en el que presiono el ‘clic’, un fuerte ruido se escucha desde la calle, se corta la luz en el edificio y todo avance que tenía se pierde. Nada aquí es útil, por lo que procedo a llevarme parte del equipo a mi casa para seguir con la investigación.

Llego a casa pasadas las cinco de la madrugada, voy directo a la cafetera mientras se prende mi computador, procedo a darle de comer a mi Negrito, mi gato, mi hijo, mi terapeuta, mi bebé. Me siento frente al escritorio y descubro que, por lo menos, el avance que obtuve en la oficina, no fue en vano, por lo que ingreso directo a la carpeta en cuestión que lleva por
nombre “Prueba”.

Abro la carpeta y sólo encuentro un video de un minuto y medio, procedo a subir el volumen al máximo y reproducirlo. En el video se puede ver a un hombre acostado boca arriba en el piso del departamento de Jhon. Espera un momento ¡Ese es Jhon! Se ve que acomodan la cámara frente a su cuerpo y creo que aún respira, pero muy, muy lento. ¿Ese es el sacerdote? ¡Si, es él! En el video se ve claramente que este tipo saca un bisturí de su maletín y empieza a abrir de extremo a extremo a Jhon.
Es desagradable, pero no tanto como lo que aparece segundos después, se logra ver que la sangre que sale de su cuerpo es más espesa y oscura que la de un cuerpo normal, hay algo moviéndose dentro de él, desde sus entrañas se puede apreciar algo salir. Es un tipo de ser peludo, puedo ver una mano saliendo desde sus costillas, esto no puede ser real ¿Eso que sale de él es algo así como una cabeza? ¡OH POR DIOS! 

Se escucha un fuerte ruido en mi dormitorio que me desconcentra, volteo a ver y creo que mi gato botó la lámpara, vuelvo a ver la pantalla y me congelo, pues la imagen que quedó en la pantalla fue de un ser amorfo saliendo del cuerpo destrozado de Jhon. Tenía la mirada penetrante y fija en la cámara.

Paro todo y se lo envío de inmediato a mi supervisor por correo electrónico, cuando oigo un maullido extraño que viene desde la habitación. ¡Negrito! –grito desde el comedor para ver si se acerca–. De pronto, sale del baño mi gatito con cara de recién despertando.

Espera un momento ¿Tú no estabas en mi habita-ción? Me paro rápidamente a revisar y quedo perplejo, pues todo era un caos, mi lámpara efectivamente estaba rota, la cama dada vuelta, el closet abierto y la luz parpadeando ¿Qué mierda pasó aquí?

Me armo de valor y entro a mi habitación, cuando escucho que justo detrás de mí, gritan mi nombre.

—¡Dan! —Pego un salto y rápidamente me volteo. Nada. Esto es la falta de sueño, me repito. ¡Esto no puede estar pasando otra vez!

Escucho ruidos provenientes del baño, corro a ver qué pasa, pero mi mente se va a negro. Está todo oscuro, respiro y cuento 1… 2… 3… 4… 5… 6… 7… 8…

No otra vez, mi cuerpo pesa y no lo controlo bien, intento abrir los ojos, pero algo me lo impide, siento algo húmedo y tibio entre mis dedos ¿Esto es sangre? Es sangre.

Paso mi mano por los ojos y noto que tenía una cinta pegada a ellos, lo despego y me reincorporo para saber qué pasó… esta vez veo todo el departamento hecho un desastre, tengo sangre en mis manos, un cuchillo en el suelo y un río de sangre que corre desde donde estoy hasta el baño. 

Esta no es mi sangre, respiro, miro mi teléfono y tengo muchas llamadas perdidas de mi supervisor, veo la hora y son las 15:34, camino lento al baño intentando descifrar todo lo ocurrido, cuando se me ocurre revisar el correo que le envié a al supervisor.

El video que le envié no es el mismo que yo vi en la memoria. En este aparezco yo, esto no puede ser real. Aparezco con el cuchillo que hay en mi habitación lleno de sangre ¿De quién es esta sangre? Me pregunto mientras me dirijo al baño. Abro la puerta y la escena me desconecta completamente de la realidad. Ha vuelto a pasar.

No puedo describir la escena. ¿Negrito? Mi bebé. Mientras las lágrimas no paran de salir de mis ojos, puedo observar que en la tina está Negrito o lo que quedó de él.

Tiene una abertura de extremo a extremo, tal y como la que el sacerdote le hizo a Jhon. Puedo ver en las paredes los mismos signos.

¡Hijo! –le grito mientras me acerco a su cuerpo–. Siento una respiración en mi nuca que me hace voltear la vista al espejo y lo que veo me deja con más preguntas que respuestas.

¿Cómo? ¿Quién? ¿Qué es eso que se ve en el espejo? ese ser amorfo con la mirada penetrante no era yo, Eso, no era yo.


Revista Larus
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